El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

17 septiembre 2008

Racismos


El racismo, ya lo sabemos, es una culebra que se alimenta de bobos y de torpes. Igual fomenta el racismo quien cierra los ojos a la realidad, simulando una falsa tolerancia, que quien carece de la menor sensibilidad para mirar más allá de su propio interés. A unos y a otros los tacharán de xenófobos y de racistas, y con seguridad no será así, que sólo se trate de torpezas y bobadas, pero queda claro que para alimentar el racismo no es necesaria la militancia en esa secta extrema y prehistórica.

Zapatero y Rajoy, por ejemplo. El presidente es uno de los mejores representantes de la bobería oficial, esa ideología de la nada que se limita al buenismo y a los fetiches, mientras que el líder de la oposición no deja de ofrecer muestras de una torpeza infinita cada vez que habla de inmigración, acaso por ser exponente fiel de la falta de delicadeza de la derecha en estos debates. Ninguno de ellos es racista, pero los dos suelen fomentar el racismo en España. Desastre a dos manos, o sea, como lo visto estos días.

Zapatero, en Turquía, ha hablado del orgullo que siente por el legado islámico en España. Nada habría que objetar a la evidente influencia de tantos siglos de dominación árabe, si no fuera porque el líder del PSOE introduce la palabra «orgullo», que es la expresión que jamás dedicará a cualquier otra etapa de la historia de España. Jamás acudiría Zapatero a un acto de la Iglesia para decir, como presidente, que se siente orgulloso de la herencia católica y romana, infinitamente más poderosa en la sociedad española que los rescoldos del periodo islámico, que, incluso en la Andalucía de hoy, no van mucho más allá del diccionario y de los monumentos. ¿Qué ocurre, entonces?Pues que podemos tener claro que ese desequilibro en favor del islam fomenta el racismo en una sociedad con el ochenta por ciento de católicos habituados a que el presidente sólo se refiera a la Religión Católica para invocar su laicismo.

Lo de Rajoy es otra cosa. El problema del líder del PP es tan elemental como la torpeza y la falta de tacto. Cuando el PSOE propuso el voto de los inmigrantes en las elecciones municipales, a Rajoy no se le ocurrió otra que contestar con exabruptos. «No hay nadie en España que no duerma porque los inmigrantes puedan votar», dijo. Tampoco, como le ocurre a Zapatero, se moverá guiado por el racismo, pero lo promueve.

Ahora, para ofrecer detalles de la crisis económica, ha recurrido a un abanico de tópicos rancios y falsos, como los andaluces que van a la vendimia francesa, y los ha vinculado a los inmigrantes que cobran el paro. Los andaluces, vamos a ver, no vuelven este año a la vendimia; los andaluces nunca han dejado de acudir a la vendimia francesa, tampoco cuando gobernaba el PP. Se van a Francia porque la peonada allí se paga mucho mejor, y ganan en quince días lo que en un mes en España. Y los inmigrantes que cobran el paro, ni les han quitado el trabajo en el campo a los jornaleros andaluces que se van a Francia ni hacen otra cosa que cobrar el paro por haber cotizado antes, como cualquier otro ciudadano.

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