El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

16 septiembre 2008

Federico


¿A quién pertenece el cadáver de Lorca? Ian Gibson y la Asociación granadina de la Memoria Histórica sostienen que los huesos del poeta son de todos; o al menos de todo el mundo menos de la familia, que es reticente a desenterrarlos. Por eso, estos días se oyen cosas tremendas, como que los huesos de Lorca son «patrimonio de la Humanidad» o que «la familia puede opinar (de la exhumación del cadáver) si las instituciones se lo consienten». Ni opinar siquiera, o sea. Chitón.
Los únicos que, por lo visto, pueden decidir son el juez Garzón y el historiador Gibson que son, precisamente, a quienes más se les nota que lo único que les interesa es su prurito profesional. El uno como juez estrella, el otro como historiador comprometido. Pero, ¿tiene algo que ver con la historia o con la Justicia la exhumación del cadáver de García Lorca? Pues ésa es la cuestión, que ni una cosa ni otra. Veamos.

En el caso de la Justicia, parece claro que ochenta años después del asesinato del poeta la apertura de cualquier proceso penal en la Audiencia nacional es un escándalo, antes que un absurdo. La mera hipótesis, como se ha especulado, de un juicio a Franco por crímenes contra la Humanidad lo dice todo. Sólo falta que el juez Garzón se haga trasladar al Valle de los Caídos la presidencia del tribunal, para dictar allí sentencia, con sus puñetas y su gomina, delante de la tumba del dictador. En el caso de la investigación histórica, tampoco están mucho más claros los resultados. Se podría saber en qué lugar exacto fue fusilado Federico y, con un informe forense, hasta podrían conocerse los disparos que recibió y cómo fue su agonía. Pero, ¿aporta algo esencial? Como sostienen algunos, lo razonable es que la investigación sobre Federico avance en el sentido contrario al que lo ha hecho hasta ahora; en vez de profundizar más en la deificación del poeta convendría presentarlo tal y como fue, una persona con virtudes y defectos y un escritor grandioso sobre el que también cabrá el debate sobre lo que realmente ha significado para la poesía española.

Queda un último aspecto, el personal. El que afecta a la memoria y al concepto de dignidad y reposición que tenga cada familia. Junto a Federico, en la fosa común, debe haber huesos de, al menos, tres o cuatro personas más. Y sostienen los expertos en Medicina Legal que, como mucho, se podrá verificar la identidad del 30 por ciento de los restos que se encuentren, contando siempre, claro, con que los descendientes se presten a las pruebas de ADN. ¿Puede forzarse a la familia de Lorca, que no quiere la exhumación, a que colabore con la investigación? Y más allá, ¿en una fosa común debe prevalecer el derecho de quienes quieren desenterrar a sus muertos?

Pienso en Federico, qué escribiría si le hubieran dicho que lo iban a fusilar en Granada y que, luego, removerían la tierra seca de su tumba para adorar sus huesos. Acaso otro Romance de la Pena Negra, donde las únicas piquetas que cavan son las de los gallos buscando la aurora. «Y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya».

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