Coordenadas
Si en vez de morirse en una patera con el motor averiado hubieran viajado en un avión de pasajeros, la tragedia habría sido mayor. Si en vez de quedar a la deriva, con los ojos quemados por el sol, los labios agrietados por la sed y la barriga inflada por el hambre, su avión se hubiera estrellado en el mar, el impacto social habría sido mucho más grande. Si esa mujer que anoche lloraba en el puerto de Málaga hubiera perdido a su marido y a sus tres hijos en un vuelo barato con la turbina averiada, el escándalo de prensa sería inmenso, nada que ver con el que el que va a suscitar éste naufragio de nadie.
A veces, nos asalta la obviedad, nos invade lo elemental, y se bloquea cualquier otra reflexión. Como ayer: Morir en una patera o estrellarse en un avión tendría que ser lo mismo y conmovernos igual¡, pero no es así. Todo el mundo lo sabe, lo asume. Y ni culpo, ni me culpo, aunque quizá tendría que empezar por ahí; lo que ocurre, ya digo, es que, ayer, ante el naufragio de la patera, surgió ésta evidencia tonta; la simpleza de saber que cuando no se nace en las coordenadas apropiadas nada es igual. Que se puede ser desgraciado hasta en la muerte, porque no quedará de ellos ni la memoria. La efeméride será sólo el número de registro de un sumario judicial, anotado en la cal de un cementerio. Las coordenadas. Esa es la cuestión. En la era de la aldea global de la información, ellos no figuran, y quien no sale en los telediarios o en los periódicos, ya se sabe, no existe. Ellos son la desmemoria y el olvido, que son estaciones de la vida humana cercanas a la nada.
No existen. Quizá por eso las organizaciones agrarias españolas han celebrado (sí, celebrado) el fracaso de la última Cumbre Mundial contra el hambre que tuvo lugar en Roma. Se trataba de abrir fronteras comerciales y de suprimir subvenciones a la agricultura en los países desarrollados para, al mismo tiempo, fomentar la agricultura y comprarle las cosechas a los países subdesarrollados. ¿De qué otra forma pueden progresar las economías subdesarrolladas, de qué otra forma se puede acabar con el hambre y la necesidad de emigrar? Pues no. Ocurre igual que con esa carrera absurda de los biocombustibles, la última paradoja trágica de la corrección política. Los países desarrollados producen biocombustible preocupados por los efectos del ‘cambio climático’ y, con ello, provocan una subida brutal del precio de los cereales que conlleva miles de muertos de hambre. Para colmo, ni siquiera existe certeza de que el biocombustible ayude a frenar el cambio climático. Pero nada. La cumbre acabó con el patético compromiso de «luchar por todos los medios para erradicar el hambre». Y nuestras asociaciones agrarias celebraron que, por enésima vez, no se pase de ahí.
Las coordenadas. Ya sé, es así. Pero, a veces, es inevitable pensarlo. Qué puede sentir una madre que, en medio del mar, tiene que tirar por la borda a su bebé, muerto de hambre y de llanto. Y no ser nada, nadie. De ahí esta estúpida digresión sobre morir es una patera o morir en un avión.
Etiquetas: Inmigración, Sociedad
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