Hervores
En la última Feria de Abril de Sevilla, el presidente andaluz, Manuel Chaves, acudió a la caseta en la que un grupo de mujeres, veteranas feministas y socialistas, celebra desde hace años una copa de bienvenida al real. Una de ellas, ex gobernadora civil, comenzó a elogiar a Bibiana Aído, que conocía de pocos días antes. Chaves, que la había llevado de número dos en su lista al Parlamento andaluz, interrumpió la cadena de elogios: “Sí, sí, es una buena chica, pero aún le faltan un par de hervores”. Tan sólo unos días después, el mismo viernes de Feria, el presidente Zapatero anunció que iba a nombrar a Bibiana Aído ministra de Igualdad.
El olfato de Chaves, su acierto en los pronósticos políticos, puede dar lugar, desde luego, a muchos chascarrillos, pero lo más trascendente de ese episodio es la comprobación papable de la distancia entre Zapatero y presidente andaluz. Es evidente que Chaves no sabía absolutamente nada del nombramiento de Bibiana Aído porque ni Zapatero había consultado con él ni tampoco se lo había comunicado la joven ministra, que entonces ya conocía el nombramiento. Doble ración de desconfianza y distancia. Todo lo contrario de lo que se aparenta en público.
Para Zapatero, Chaves siempre ha sido una alianza obligada, un mal menor, un aliado ocasional. Como al resto de barones regionales del PSOE, Zapatero optó nada más llegar a la secretaría general del PSOE por colocar en la Presidencia del partido a algún vestigio del felipismo. Para dejarlo ahí, como quien cuelga en la sede un cuadro de Pablo Iglesias. Se lo ofreció a Felipe, como él mismo ha confesado: “Me presionaba, pero yo le dije claramente, no quiero ser presidente del partido; Manuel Chaves puede hacerlo mejor, yo no quiero ser presidente de nada”. Felipe le pasó el encargo, una vez más, a su discípulo y éste lo aceptó disciplinadamente, lo mismo que meses antes había acatado la orden de apoyar a Bono y combatir con todos los medios al novato Zetapé.
Ahí, en aquel congreso federal, nació el ‘pacto de no agresión’ entre Zapatero y Chaves. Se respetan, se coordinan y ninguno de los dos interfiere en las decisiones del otro. ¿Qué ha cambiado? ¿Supone algo el desplante de Bibiana Aído? Desde las últimas elecciones, en el entorno del PSOE federal se alimenta el run-rún de la necesidad de cambios en el PSOE andaluz. “Síntomas evidentes de cansancio”, dijeron después de las elecciones que Chaves volvió a ganar por mayoría absoluta. Chaves, preso de su soberbia y del ansia de su entorno político, ha contestado como un viejo dictador: “El cambio es Chaves”, que dijeron en el congreso último del PSOE andaluz.
Dicen que en su familia le piden que ceda ya la presidencia de la Junta, que le ponga final a su larga etapa. Pero Chaves quiere jubilarse de presidente. Algún día se irá, sí; cuando pierda las elecciones. Como su mentor, Felipe González, que le preguntaron un día que de qué decisión se sentía más orgulloso como presidente y va el tío y dice: “De haber sabido marcharme”.
El olfato de Chaves, su acierto en los pronósticos políticos, puede dar lugar, desde luego, a muchos chascarrillos, pero lo más trascendente de ese episodio es la comprobación papable de la distancia entre Zapatero y presidente andaluz. Es evidente que Chaves no sabía absolutamente nada del nombramiento de Bibiana Aído porque ni Zapatero había consultado con él ni tampoco se lo había comunicado la joven ministra, que entonces ya conocía el nombramiento. Doble ración de desconfianza y distancia. Todo lo contrario de lo que se aparenta en público.
Para Zapatero, Chaves siempre ha sido una alianza obligada, un mal menor, un aliado ocasional. Como al resto de barones regionales del PSOE, Zapatero optó nada más llegar a la secretaría general del PSOE por colocar en la Presidencia del partido a algún vestigio del felipismo. Para dejarlo ahí, como quien cuelga en la sede un cuadro de Pablo Iglesias. Se lo ofreció a Felipe, como él mismo ha confesado: “Me presionaba, pero yo le dije claramente, no quiero ser presidente del partido; Manuel Chaves puede hacerlo mejor, yo no quiero ser presidente de nada”. Felipe le pasó el encargo, una vez más, a su discípulo y éste lo aceptó disciplinadamente, lo mismo que meses antes había acatado la orden de apoyar a Bono y combatir con todos los medios al novato Zetapé.
Ahí, en aquel congreso federal, nació el ‘pacto de no agresión’ entre Zapatero y Chaves. Se respetan, se coordinan y ninguno de los dos interfiere en las decisiones del otro. ¿Qué ha cambiado? ¿Supone algo el desplante de Bibiana Aído? Desde las últimas elecciones, en el entorno del PSOE federal se alimenta el run-rún de la necesidad de cambios en el PSOE andaluz. “Síntomas evidentes de cansancio”, dijeron después de las elecciones que Chaves volvió a ganar por mayoría absoluta. Chaves, preso de su soberbia y del ansia de su entorno político, ha contestado como un viejo dictador: “El cambio es Chaves”, que dijeron en el congreso último del PSOE andaluz.
Dicen que en su familia le piden que ceda ya la presidencia de la Junta, que le ponga final a su larga etapa. Pero Chaves quiere jubilarse de presidente. Algún día se irá, sí; cuando pierda las elecciones. Como su mentor, Felipe González, que le preguntaron un día que de qué decisión se sentía más orgulloso como presidente y va el tío y dice: “De haber sabido marcharme”.
2 Comments:
Parece ser que la ministra ha llamado mucho la atención. Hace poco he leído un escrito de Javier Valenzuela en el que la criticaba con motivo del tema del velo islámico; como si ella actuase por libre en este u otros temas, y no estuviese todo estudiado, críticas incluidas.
No me cabe la menor duda de que la elección de la ministra ha sido "acertada" de cara a la pretensión de ocultar la gravedad del perverso recién creado Ministerio de la Igualdad.
No se puede ser buen ministro del Ministerio de Igualdad, un ministerio que pretenderá específicamente, ya que de forma transversa pretende hacerlo el Gobierno en pleno, el fomento de la degradante ideología de género,en la cual está encuadrado el fomento del aborto. Es un imposible.
Pero bueno, la niña -Bibi- es mona. ¿A estas alturas alguien espera que un ministro español tenga algún tipo de preparación? Por dios, ustedes se han caído de un guindo...
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