Secuoyas
Sueñan con ser secuoyas. Enormes, gigantes, centenarias. Y bajo su sombra, todos. Recogidos, encaramados, sesteando plácidamente en la tierra fresca, acomodados entre los dedos gordos de las raíces.
En la antigua Mesopotamia, los árboles ya le servían de referencia al hombre, la simbología perfecta de la divinidad. Un árbol grande, frondoso. Un árbol como símbolo de protección; un árbol como garantía de alimentación; un árbol como expresión de crecimiento y de fortaleza. La civilización occidental tomó como suyo el símbolo y, tan arraigado está en nuestra cultura, que incluso en política es una alegoría persistente del poder.
El primero que utilizó un árbol para dibujar con palabras crudas las claves de su negocio político fue Xabier Arzalluz. Fue cuando explicó el desquiciado delirio vasco con la parábola de ‘el árbol y las nueces’: «No conozco ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan. Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas». La frase desvergonzada y su desahogado autor han pasado a la historia, pero ya ven cómo ETA sigue sacudiendo el árbol del miedo para que recojan las nueces los que se sientan a su sombra, con indiferencia o con entusiasmo, pero bajo su macabra protección.
Ahora, en Andalucía, con la euforia de las municipales, en el PSOE andaluz han extendido las alas como una gallina clueca para abarcar todos los pactos posibles, con todas las fuerzas posibles de izquierda a derecha. «Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija», ha sido el mensaje que el tosco lugarteniente socialista, Luis Pizarro, ha dirigido al Partido Andalucista para que se sume a los pactos municipales.
‘Pactos de progreso’ se llaman todos, desde la extrema derecha de la costa de Almería, hasta los andalucistas de la costa de Huelva, pasando por los comunistas y los independientes de toda Andalucía. Que ya dijo Chaves en las vísperas que el PSOE aspiraba a gobernar en «el cien por cien» de los ayuntamientos. No hay otra ideología, otro rasero, que el de los instintos básicos que hicieron del árbol un símbolo de las primeras civilizaciones. Y el progreso, la marca, la pone el PSOE.
El árbol. La protección del régimen, los alimentos de la hegemonía, la seguridad del dinero público, la fortaleza de potentes mayorías que arrinconan al único adversario, el Partido Popular. Todos bajo el gran árbol socialista, todos a la sombra. Esa es la propuesta y lo terrible es que ésa sea la realidad.
Miran para abajo desde lo alto de su profundo entramado y sueñan con ser secuoyas. Un árbol tan grande, y que cobije a tantos, que sólo entonces podrá hacerse realidad el ideario político del alcalde de El Ejido, el nuevo socio del PSOE andaluz: «Yo no sé si soy de centro, de derechas o si soy lo que soy».
Etiquetas: Andalucía, Elecciones, País Vasco, Política
3 Comments:
Yo más bien diría que son una higuera y nosotros somos las brevas, o los brevas para escribir politicamente correcto.
Lo cierto es que será difícil, quizá imposible, arrancar el árbol, ya sabes las raíces que tienen las higueras.
De tanto zarander el árbol va a acabar pareciendo un baobac, de esos que parecen que están plantados al revés, con las raices para arriba.
Muy bueno, incluso algo poético. Mas que nada por el tratamiento educado y fino que le das al árbol. En este tema siento diferir. El único error reprochable al PSOE en este caso es el de no saber aglutinar bajo el rosal, lo que otros hicieron bajo las alas de una gaviota. La derecha esta compactada, salvo casos puntuales, casi desechables. La izquierda aun permanece dispersa, la historia les separo demasiado y eso cuesta unilo.
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