Chacras
Esta mujer que llega, que se sienta y se desespera porque no encuentra en su bolso la cajetilla de tabaco, está nerviosa y asustada porque hace dos noches, miró hacia dentro y se vio al borde del abismo. Esta mujer que se toma a sorbos el café, que deja la mirada perdida por encima del borde de la pequeña taza de loza blanca, tiene vergüenza de contar lo que le ha ocurrido porque todavía hoy, tantas horas después, no entiende qué le pudo pasar para que la noche de anoche se quedara atrapada en una llamada de teléfono, horas y horas, hasta el amanecer. Todo sucedió deprisa, se acabó la película que ponían, apuró la coca cola, apagó el cigarrillo y, justo cuando iba a pulsar el botón para desconectar la televisión, una voz serena la invitó a contarle lo que le pasaba. “No estás sola. Y yo te puedo ayudar”. Mil veces mil que hubiera oído ese mismo anuncio de televisión lo hubiera ignorado sin más. Pero aquella noche, no. Porque estaba sola. Porque necesitaba ayuda. Porque era verdad. Y marcó el teléfono.
Quien contestó al teléfono se llamaba Bruno. “Dime qué te ocurre”, y yo sin más se lo conté. Me dejó hablar y hablar, no me interrumpía más que para pedirme que le aclarase alguna cosa, o para que le contara alguna cosa de ni niñez, de mi familia, de mi situación sentimental. Me escuchaba, me atendía y su voz pausada, grave y pausada, me iba acariciando el oído, como el Om de los budistas, y me reconfortaba. Luego de soltarlo todo, con una voz de autoridad que me sobrecogió me dijo que sabía lo que me pasaba. ¿Recuerdas a una niña de pelo negro y rizado cuando estabas en el colegio? Claro, le contesté. Pues esa es la causa de todos tus males. Fue en la fiesta de fin de curso, te ha traspasado una energía negativa que ha trastornado todos tus chacras; tenemos que limpiarlos uno a uno porque sólo de esa forma las cosas comenzarán ir mejor. ¿Los chacras?, pregunté. Tu cuerpo, como el mío, tiene siete centros de energía, siete pequeños remolinos. Por los sacras puedes sentir y gozar, son la fuente de tu inspiración, de tu belleza, de tu inteligencia. Por los sacras encontramos la serenidad y el reposo, la concentración y la lucidez, el amor y el trabajo. Así comenzó un ritual que se prolongó hasta el amanecer, oraciones y repeticiones, idas y venidas, que no podía interrumpir porque entonces, definitivamente, los chacras de mi cuerpo se bloquearían y nunca más volvería a recuperarlos.
Esta mujer que ahora se siente ridícula y estafada, se ha detenido en su relato para que alguien la mire a los ojos. Me conoces de sobra, por eso he venido al periódico. Aquello duró toda la noche y cuando había perdido hasta la noción del tiempo, Bruno se marchó, supongo que habría acabado su turno de trabajo, y se puso otra persona, esta vez una mujer, que otra vez comenzó con la misma historia de la limpieza de los chacras. Les insulté y les dije que los denunciaría en el juzgado. No es por el dinero que me pueda costar la factura del móvil, es porque debería estar prohibido que jueguen así con los sentimientos de las personas. No soy una ignorante, lo sabes, tengo una carrera universitaria y he aplazado mi vida para buscar una estabilidad laboral que nunca he conseguido. Aquel día, me comunicaron que me quedaba en paro; que ya no habrá más contratos temporales. Y me hundí. He venido a contarlo porque sé que no estoy loca. Pero desde aquella noche he comprendido que una persona sola y sin trabajo puede volverse loca. He venido a contarlo para que sepas que sí, que el drama del paro existe. Mírame, soy yo.
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