Test de estrés
Que me he hecho un test de estrés y he cateado. Pensé que era el sol, este sopor de los veranos que nos hace arrastrarnos por las aceras y por los bares de madrugada, entre mojitos y cervezas. Porque el calor derrite las entendederas y el sudor que empapa la piel nos convierte en gente que escapa de sí misma, de sus rutinas de invierno; gente que busca refugios de sombra, el frescor de una noche, el olor de un ramillete de jazmines, un respiro de vida que nos aleje de la monotonía, gente que busca la excepción que confirme sus reglas. Pensé que era la pesadez de la política, este diario acontecer de actos y expresiones que se suceden sin ninguna novedad, esta letanía de hechos sabidos y esperados, de respuestas que se saben y preguntas que nunca se contestan. La invariable dinámica del agravio respondido con agravio, mientras los problemas permanecen, se solidifican como estalactitas sobre la cabeza de cada uno de nosotros.
Pensé que era el sobresalto de la humanidad que se empeña en sobrecogernos con lo peor, los chalados que asaltan universidades con revólveres, los fanáticos que se revientan con bombas atadas en la barriga en nombre de un dios que nunca les va a esperar, los fundamentalistas que fabrican explosivos para sembrar el terror en campamentos de verano, en ciudades pacíficas, en países que dormitan en la tranquilidad de creerse civilizados, tolerantes, respetuosos. Pensé que eran las pateras que llegan a la orilla, mujeres embarazadas y niños negros con los ojos rojos, irritados, de la sal del mar, del estallido de las olas cuando llegan a la orilla y los envuelven en las mantas de la Cruz Roja.
Pensé que eran los mercados o que era Europa, esta decadencia de los esquemas preestablecidos, el tembleque de los cimientos que conocemos, que nos han traído hasta aquí y que ahora parecen pilares hechos de flan, al pairo de las jornadas de bolsa, de las deudas ocultas, de las agencias de valoración, de los tipos de interés y los recortes continuos. Pensé que era la crisis, las colas de parados de las oficinas de empleo, el vecino que se queda tirado, el matrimonio que vuelve a casa de sus padres para apañarse los almuerzos. Pensé que eran las telarañas de mi cuenta corriente, la canina que dejan los impuestos de junio. Pensé que era la hambruna de Somalia, que es la misma que la de Haití, de Moldavia, del Chad, de Mozambique, de Corea del norte… Pensé que era la batalla perdida contra la pobreza, la espiral en la que siempre nos enredamos cuando fracasa la ayuda internacional que nunca llega, que se pierde antes de llegar a la boca.
Pensé que era cada cosa, cada cosa ajena; pensé que era el entorno que nos jodía, pero no reparé en que hace tiempo que tenemos establecido que nosotros somos nuestras circunstancias. Por eso, el test de estrés ciudadano nunca puede salir aprobado en estos días. Yo me lo he hecho y he cateado. Y ahora estoy como Celentano, lamiendo canciones de desazón. «La situazione politica non è buona, la situazione economica non è buona, la situazione internazionale non è buona, la situazione della nostra terra non è buona, la situazione del mio amore non è buona, la situazione, la mia situazione, non è buona…»
1 Comments:
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