Que cante Facundo
Que cante Facundo Cabral y pongan sus canciones en todos los mítines del PSOE, como entonces, en los ochenta, cuando las plazas y los descampados se llenaban con miles de obreros bragados, idealistas trasnochados y jóvenes ilusionados. La conjunción perfecta de la izquierda, las trencas y el mono azul, los pantalones de campana y el pañuelo de picos en la cabeza, los abogados con chaqueta de lana y lo segadores con las camisas blancas. La izquierda es un seiscientos con universitarios apretujados en el sillón de atrás y una cinta en el casete de Facundo Cabral. “Yo no sé quien va más lejos,/ La montaña o el cangrejo... /Pobrecito mi patrón/ piensa que el pobre soy yo...” Que cante, que cante, que ahora que lo han matado unos sicarios, podemos recuperarlo como un mártir inesperado para el intento baldío de devolvernos el pasado. ¿O no es acaso lo que busca el candidato Rubalcaba, su máxima aspiración? Volver a ser lo que fuimos, olvidar el sueño del zapaterismo que acabó con la angustia de una pesadilla.
Que no es otra la revolución que propone Rubalcaba que la de olvidar las aventuras de Zapatero. Ni guiños al lobby feminista, ni recuerdos de memoria histórica, ni abrazos al movimiento homosexual, ni cejas tricolores de evocaciones republicanas. Nada de eso está ya en el discurso. El gran programa reformista que propone Rubalcaba no tiene que ver con las políticas, sino con los estados de ánimo; la principal reforma que ofrece no es económica, educativa, o social, no, lo que ofrece Rubalcaba es una reforma psicológica: olvidemos el zapaterismo, volvamos al 82. “Quién sabe si el apoyarse,/ es mejor que el deslizarse... / Pobrecito mi patrón/ piensa que el pobre soy yo...” Apoyarse o deslizarse. Zapatero se deslizaba, Rubalcaba se apoya en el pasado. Que lo sepan las gentes, que lo sepan todos los socialistas, el vértigo de esa pendiente por la que se deslizaba Zapatero con envoltorios de nueva izquierda ya se ha acabado; es mejor apoyarse en la solidez del pasado que fue. Aunque apoyarse sea apoyarse en los recuerdos, pero siempre será mejor que deslizarse por la incertidumbre.
En las crónicas, en los análisis favorables, he leído esta frase literal que describe bien la nueva propuesta socialista: “El llamado giro a la izquierda, eso sí, moderado, se percibió nítidamente en el aire general del discurso”. El cambio, sí, estaba en el aire, se busca el ambiente, la sensación. En ninguno de los grandes bloques de propuestas se ofrecen reformas ni reconversiones ideológicas. Generalidades que sólo quieren despejar el camino de ocurrencias. La seguridad de lo de siempre. “Debemos crear nuevas empresas que generen nuevos puestos de trabajo en una nueva economía”, dijo Rubalcaba, que es como decir nada, declaración de principios que puede suscribir cualquiera. La generalidad barnizada con toques de izquierda, brochazos de lucha contra el banquero y pinceladas de indignación. En tiempos de incertidumbre, agarrémonos a la certeza del pasado. Canta, Facundo, canta. “Qué me importa ganar diez,/ si sé contar hasta seis... Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo. Larará, larará, lararay laray...”
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