El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

03 mayo 2011

Venganza



Yo, verás, entiendo cómo debes sentirte. Porque esa sensación que imagino en ti, dándote vueltas y vueltas a la cabeza, se asemeja mucho a las pesadillas que nos atormentan después de una indigestión, y se hacen pegajosas, pastosas, se clavan en la sien y se precipitan al exterior con un sudor intenso. Te despiertas sobresaltado y pasan varios segundos hasta que eres capaz de recomponer la realidad, palpando los lados de la cama, buscando con la mirada inquieta algunos objetos reconocibles de tu dormitorio. Yo, aunque no te conozco, imagino que alguna vez habrás sentido lo mismo, sólo que en tu caso no hay despertar; que son los remordimientos vivos los que no dejan de rondar tu cabeza, una vez y otra más, y se han convertido en la pesadilla de un hombre despierto.

Porque, verás, qué puede obsesionarle más a una persona que haberse convertido en aquello que detestaba. Todos cambiamos en la vida, es verdad, pero lo que nadie espera es convertirse en su antítesis, sobre todo un hombre público que defiende la honradez porque ha padecido a su alrededor la desvergüenza y el pillaje. Sobre todo un socialista que ha defendido siempre la sencillez y la modestia, que se ha presentado a los demás como el servidor menos pretencioso, el más alejado de los boatos y las pompas. Por eso, cuando tu partido se anegó de escándalos en los últimos años del Gobierno de Felipe González, la decepción mayor fue la de comprobar que algunos de los tuyos se habían enriquecido en sus despachos. Ellos y sus familiares. Lo dejaste escrito unos años después, cuando te pidieron que recordaras el escándalo de Juan Guerra. “Después de tantos años con Alfonso Guerra, era difícil creer que aquello se había dado, que aquello era cierto, Para mí también lo fue: yo nunca lo creí… hasta que la cosa fue evidente. La posición de Alfonso estaba marcada por el hecho de preservar la honorabilidad y la honradez de su familia o por salvar su responsabilidad política. No lo sé. El nunca lo quiso aceptar”.

¿Recuerdas tus palabras? Sí, eran éstas. Y si ahora nos producen tanto impacto es porque, al cabo de los años, eres tú mismo el que se ha embadurnado con ese aceite de los favores a los familiares. Los hermanos, los hijos… Qué desolación tan grande debe producir ahora verse reflejado en lo que con tanta crudeza se criticó; que angustia la de no poder mirar atrás, la de no poder releer las palabras de uno mismo, las certezas de uno mismo.

Yo, verás, entiendo cómo te sientes. Treinta años de carrera política en la que te has definido a ti mismo como el más pobre, el más constante, el más sacrificado, el más humilde, el más perseverante, el más leal. Es lógico, por tanto, que ahora te atormente que tu imagen en el espejo sea la contraria. Y que a tu alrededor, tus compañeros de siempre, te observen con la misma incredulidad con la que tú mirabas a Alfonso Guerra. Y con las mismas expresiones: “era difícil de creer, hasta que la cosa fue evidente”. Habrá quien piense que ha sido la soberbia la que te ha cambiado. Yo pienso, sin embargo, que es verdad lo que decía el clásico, que el poder no cambia a las personas, sino que amplifica aquello que llevan dentro. Es una especie de venganza de lo que siempre estaba oculto. Quizá es tu caso: En realidad, nunca has sido es lo que pretendías aparentar. Manuel Chaves éste de ahora eres tú.

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