El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

03 mayo 2011

Bin Laden, claro



El problema de haber encontrado a Bin Laden es que a ver quién escribe hoy de otra cosa que no sea de Bin Laden. En periodismo, este tipo de acontecimientos planetarios generan una angustia sobrenatural, de forma que cuanta más distancia se tenga del fenómeno, cuanto más lejano se encuentre, mayor es la ansiedad por encontrar una conexión, por leve que sea, para poder engancharse a lo que todo el mundo comenta, a lo que en todo el mundo se comenta. Y hoy no hay más noticia que Bin Laden y no hay más regla en periodismo que buscar la cercanía de la noticia. Con lo cual, que a ver quién es capaz de construir un bucle de palabras que comience en Bin Laden y acabe con algunas de nuestras disputas; no sé, con el escándalo de los ERE, por ejemplo. Se imaginan, un titular así a cinco columnas:«Un primo de Bin Laden aparece de intruso en el ERE de Intelhorce». Pero nada, por mucho que se intente es imposible, y ni siquiera la estancia tantas veces comentada de la familia Bin Laden en Marbella, en la década de los ochenta, puede alimentarnos la esperanza de encontrar una noticia que nos acerque al epicentro de este terremoto.

Y eso que, con la sobredosis de información sobre Bin Laden, nos ocurre lo mismo que con Juan Guerra; aquello que se retrató en una viñeta memorable del humorista sevillano Rioja en la que se veía a un tipo abriendo el periódico: «Guerra en Afganistán», decía el periódico en su portada. Y el hombre, cabizbajo, caminando por la acera de cualquier ciudad, se sorprendía, atónito, con la ubicuidad del hermanísimo: «Joder, este hombre está en todas partes». Con la información de Bin Laden ha ocurrido igual, pero al contrario: como estaba desaparecido, se aparecía por todas partes. Su propia biografía se prestaba para la omnipresencia. Que si fue entrenado por la CIA para combatir a la URSS cuando los soviéticos invadieron Afganistán, que si los Estados Unidos le enseñaron todo lo que sabía sobre las técnicas para camuflar el dinero en paraísos fiscales, que si lo entrenaron para desaparecer… Bin Laden no estaba en ninguna parte y, por esa razón, la avidez de información de nuestra sociedad se aliaba con su biografía para alimentar bulos y especulaciones: Resultado, parecía que Bin Laden estaba en todas partes. Como si mirásemos su vacío con un caleidoscopio.

Ahora que Bin Laden está muerto y enterrado (¿puede enterrarse a nadie en el mar?, ese oxímoron forma ya parte de la historia), su ausencia se amplifica, se convierte en un eco que rebota en las montañas y desciende hasta los valles con la fuerza de estos aludes de noticias que nacen en las redes sociales de internet. Sí, el fantasma del terrorista seguirá deambulando por los periódicos de la misma forma que hasta ahora, como un espectro inevitable. Sólo hacía falta que, como ha ocurrido, en las primeras horas, se difundiera la foto trucada de su supuesto cadáver para que ya sea inevitable que crezca la leyenda de la falsedad de su muerte, el bulo de la muerte inventada, una muerte de Photoshop.

Da igual, en cualquier caso. Bin Laden está muerto, y siempre será mejor luchar contra su fantasma, contra su leyenda, que contra el insoportable vacío de su escondite, contra esa frustración. Hoy, toda persona decente estará feliz. Lo demás, las obsesiones de los periodistas y la proliferación inevitable de bulos, lo dejaremos reducido al abanico de nuestras manías cotidianas, de nuestra forma de ser. Que ya lo dijo Albert Camus: «Una sola sentencia será suficiente para el hombre moderno: fornicaba y leía periódicos».

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