El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

16 mayo 2010

Gloria Gaynor



A las sesiones del Parlamento de Andalucía conviene asistir con la filosofía del turista accidental. Como en los viajes, sólo un novato se enfrasca en el debate parlamentario sin haber preparado antes las maletas de forma cuidadosa. Un espectador de debates, como un turista experto, debe saber en cada instante a dónde quiere dirigirse, porque pueden intentar llevarlo a otra parte, y, sobre todo, debe ir provisto de recursos suficientes para que la travesía no se haga insoportable. Porque habrá páramos interminables, tierra seca, un paisaje monótono que cae a plomo sobre cualquiera. Y habrá cumbres escarpadas o curvas junto a un abismo durante los que, lo mejor, será distraer la atención. Por eso, a las sesiones del Parlamento de Andalucía conviene acudir siempre con un libro oculto en un bolsillo.

Para la sesión de ayer me llevé “Las grandes superficies” de Juan José Téllez. El libro me salvó la sesión porque, además de distraer el páramo interminable del discurso de algunos consejeros como Antonio Ávila (alguien debería enseñar a ese hombre a vocalizar, debería aprobarse en el siguiente Consejo de Gobierno por decreto urgente), la lectura de los poemas de mi amigo Téllez me proporcionaba metáforas inesperadas sobre el debate. Como si el poeta fuera escribiendo una crónica paralela. Un poner: hablaba el citado Ávila, aburría a las ovejas, abría el libro por una página, al azar, y surgía un poema apropiado: “Y el corazón tan frío/ como un bar en la hora feliz/ de los grandes hoteles”. Ese es Ávila, sí. O hablaba luego Pepe Caballos, se dirigía a un paisaje de escaños vacíos, para hacerle la pelota a la consejera de Economía. A Caballos, que lo fue todo, le toca ahora hacer las preguntas de peloteo al Gobierno que nadie atiende. Él mismo se justificaba de la chorrada de su pregunta, “esto no es cubrir el expediente”, pero nadie le había pedido las excusas. “Desoladora vida, caimán de los años”.

La sesión de control al presidente Griñán es el equivalente a la visita al centro histórico de la ciudad a la que acabamos de llegar. Muchas veces, quizá demasiadas, se trata de lugares conocidos, pero siempre ofrecen algún atractivo. Ayer, por ejemplo, todos los oradores convinieron en que todas las preguntas, en realidad, significaban lo mismo. Aunque no estaba en el guión, ayer sólo tocaba el decretazo múltiple de Zapatero. “Yo iba rumbo al empleo fijo y la gran familia/ en el coro de los niños bien peinados,/pero entonces sucedieron tifones y cetáceos”. Para Griñán, al que ya Zapatero le había dicho lo que le dijo Obama que le dijo Merkel para que se lo dijera a todos, nada es nuevo ni nada es exclusivo de España. Por lo visto, aunque sepamos bien que ha sucedido lo contrario, la Junta de Andalucía siempre ha estado hablando de la necesidad de acometer reformas serias y recortes agudos. “Todo lo que ha dicho Zapatero, ya lo anticipó la Junta”. O esto otro: “No sólo no he negado nunca la crisis sino que la reconocí desde el principio”. Como es tanto el sonambulismo de este hombre, el portavoz de Izquierda Unida exclamó alarmado: “Al parecer, usted se cree las cosas que dice”.

Pero Griñán seguía a lo suyo: Todos los países han tomado las medidas que ha adoptado Zapatero en España; todos los países decidieron que para salir de la crisis había que recurrir al déficit público; todos los que hemos salido de la recesión hemos decidido ahora reducir el déficit público. Y en este plan. “Basta ya de mentiras. La fiesta se acabó. Usted y Zapatero nos han arruinado a los andaluces”, dijo Arenas, el líder del PP, en un discurso seco, terminal, porque, ciertamente, el giro inesperado de Zapatero ha dejado en el aire un aire espeso de fin de etapa y, por consiguiente, de incertidumbre. Ya no hay más trolas, ya no valen más estratagemas. Ya sólo queda la esperanza de que esto pueda cambiar, la esperanza de sobrevivir a esta tiesura. Tiene razón Téllez: “Tuvimos que hacerle caso a Gloria Gaynor/ y sobrevivir al hundimiento de nuestra propia Atlántida”.

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