El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

10 mayo 2010

Campaña en dos actos



Ya viene la campaña, ya se huele en el ambiente como se huele la tierra mojada que anuncia una tarde de tormenta. Y no hace falta siquiera que los partidos políticos, como ya está ocurriendo, multipliquen promesas y sonrisas en las vayas publicitarias. No hace falta que los autobuses hagan cola en la puerta de los polideportivos mientras se celebra el mitin de los convencidos. Tampoco habrá que esperar a los debates, ni a la trifulcas, ni a las encuestas. La campaña ya está en al calle, la maquinaria electioral ya ha comenzado a funcionar. Y se describe en dos actos ciertos, reales. Cotidianos. Vividos.

El primero se desarrolla en la puerta del colegio de un pueblo andaluz. Un grupo de madres y padres esperan la salida de sus hijos de Primaria. Llegan corriendo, alborotados, cargando a duras penas con enormes mochilas de colores. Una pequeña se abraza a las piernas de su madre y resopla, con los cachetes colorados. Su madre se inclina y saca de la mochila un pequeño ordenador con el logotipo de la Junta de Andalucía. Quizá para aliviarle el peso. O quizá no. Quizá saca el ordenador de la mochila para lo que viene a continuación: «Ay, hija, déjame que te lleve el ordenador no vaya a ser que se te caiga la mochila y se rompa... La verdad es que mi niña está muy contenta con el ordenador de la Junta de Andalucía, y es lo que yo le digo, ‘eso es para que te des cuenta, porque ahora lo que tendrían que hacer es no regalarles ningún ordenador a las niñas que sus padres votan al Partido Popular... ¿O no es así?, Ay, venga, hija, que nos vamos». Nadie contestó, supongo que algunos porque pensaban que lo lógico es que fuera así, y otros porque, como me ocurrió a mí, se quedaron estupefactos con la escena, esa frase terrible, «las niñas que sus padres votan al PP»; las niñas de padres disidentes señaladas como indeseables, tratadas como indeseables.

Segundo acto. Dos matrimonios quedan a cenar. Nada extraordinario, son dos parejas normales, de gustos normales y apariencia normal. Los anfitriones –la cena es en su casa– montaron su propia empresa de productos gastronómicos de calidad en una gran ciudad andaluza y, poco a poco, con jornadas de trabajo de 24 horas, han ido consolidando una buena cartera de clientes. Los invitados trabajan en el Ayuntamiento de esa ciudad, la mujer es una de las secretarias de la Alcaldía y el hombre funcionario. Era inevitable hablar de crisis. El empresario se muestra agobiado, angustiado, y detalla sus esfuerzos para mantener la productividad, para no reducir la plantilla, para lograr alguna rentabilidad. Pero cada vez que cuenta algún apuro, uno de sus invitados lo interrumpe con una sonrisa. «Es que a quién se le ocurre, mira yo, de secretaria con un buen sueldo, y trabajo dos horas y media al día». Y sonríen. Vuelve el empresario con sus penurias, y otra vez. Ahora, el marido. «Es que lo vuestro es un sinvivir, con tantos apuros, y total, para qué... Luego, muchas veces, ni siquiera os podéis venir de vacaciones. ¿A quién se le ocurre meterse en ese berenjenal? Mira nosotros...» Fue a la cuarta interrupción cuando el anfitrión se levantó de la mesa. «Os ruego que os vayáis de mi casa ahora mismo». Y ellos, «¿Cómo? ¿Qué dices...? Estás de broma, claro, tú siempre tan bromista...» Pero no, no estaba de broma: «Nada de bromas. Es que ya estoy harto de hacer el gilipollas y que se rían de mí. Tú te estás riendo de mí, de lo que trabajo, y no voy a traer gente a mi casa para que se ría de mí. Tú, con un sueldo que pagamos todos...» No hará falta describir el silencio espeso, ni la boca seca del anfitrión. Los invitados se levantaron y se fueron. Berta González de Vega, que conoce bien esta segunda historia, asegura que no se han vuelto a hablar.

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