El humo negro
Fue una revelación sorprendente casi al final del último capítulo de la serie: ¿y si, en realidad, Zapatero fuera un actor más de Perdidos? Qué sobresalto, qué agitación; de repente todo cobraba sentido, esta extraña sensación de vivir al borde del abismo; el temor y la desconfianza que se apodera de nosotros cuando se descubren las mentiras, los engaños, las traiciones; este sopor somnoliento, esta pesadilla de estar viviendo otra vida, de que nada sea real, de que el futuro no sea más que una repetición del pasado. Es este sinvivir que entra cuando se mira alrededor y se comprende que, realmente, estamos perdidos. Muy perdidos, sin rumbo ni destino.
Lost comenzó hace seis años, en el fatídico 2004, el mismo año en el que Zapatero llegó a la Moncloa. Perdidos comienza con un accidente y, sin necesidad de frivolizar en nada con el atentado terrorista del 11-M, la verdad es que, en lo que todo el mundo parece coincidir, es en que Zapatero ganó las elecciones de forma imprevista, accidental. Porque nadie, ninguna encuesta, ninguna previsión electoral, le otorgaba la victoria una semana antes de las elecciones. Es tan milimétrico el paralelismo, tan escalofriante a veces, que durante un tiempo se hicieron chistes en España que comparaban la forma de gobernar de Rodríguez Zapatero con las decisiones de un mono que pilota un avión. Lo único que no supimos entonces es que, en realidad, también nosotros íbamos a bordo de un avión así: el vuelo 815 de Oceanic Airlines.
También coinciden los planos temporales. En la serie se utilizan, como aquí, las idas y venidas al pasado y al futuro, y el presente es una superficie deslizante. Todo igual salvo los asuntos que se tratan; que los de la serie Lost, dónde va a parar, son mucho más interesante. Aquí no hay historias de amor y celos, ni ojos deslumbrantes, ni mentones poderosos, ni cinturas de vértigo. El abismo aquí nunca es una escotilla: siempre es una gráfica o un estatuto. Pero la inquietud es la misma.
El desconcierto del Perdidos nuestro se produce porque, cuando viajamos en el tiempo, a donde nos trasladamos es a la tensión de la Guerra Civil, por ejemplo. ¿Existe en política un ejercicio de flashback más intenso que el vivido aquí con la Memoria Histórica? Y la inseguridad, la incertidumbre, la acarrean episodios cotidianos, como las medidas que se niegan por la mañana, se aprueban por la tarde y se rectifican por la noche. La técnica que se utiliza en Perdidos se llama flashsideway.
¿Y en el caso de Cajasur? ¿Qué supone que la Iglesia le haya dado una patada a la mesa, provocando otra tormenta financiera? ¿Será un ejercicio de flashforward, que igual que en la serie se anticipa al futuro, lo adelanta? «Estábamos muertos, ahora estamos moribundos, pero como se mantengan estas medidas mañana estaremos todavía peor». Muertos que siguen vivos, que resucitan. No lo dice nadie de la serie ni de la Iglesia; lo dijo ayer uno de los alcaldes que acudió a la reunión de la Federación de Municipios y Provincias. Los ayuntamientos, esos sí que están perdidos.
Jack Shephard y José Luis Rodríguez Zapatero, los dos líderes con dos nombres que comienzan por J, la misma la letra. Jack y José Luis, dos líderes de Perdidos. Son tantas las coincidencias que se van agolpando que, cuando se anotan en una libreta, producen una angustia sobrenatural: pensar que, entre la ficción y la realidad, estamos nosotros también. Sólo nos falta el humo negro, aunque en lo nuestro, como tiene también su toque tragicómico, sería en forma de chiste de Chiquito de la Calzada: «El humo negrooorrr…».
Etiquetas: Política, Sociedad, Televisión, Varios
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