Los garzones
Como el juez Baltasar Garzón ha decidido convertir la denuncia contra él en un proceso más de la justicia universal, ha incluido entre los testigos de su defensa a prestigiosos juristas de medio mundo. Uno de esos juristas, el ex juez chileno Juan Guzmán, que abrió la causa contra altos cargos de la dictadura de Pinochet y ordenó la exhumación de cadáveres de represaliados, se explayaba ayer en la radio: «Los jueces estamos acá para hacer Justicia y eso va mucho más allá del estricto cumplimiento de algunas leyes». Es probable que ningún juez haya sabido reflejar con tanta claridad cuál es el peligro real de los ‘jueces estrella’, que acaban convencidos de que su misión en este mundo viene señalada directamente desde el más allá, sin ataduras terrenales.
El juez chileno lo decía porque, cuando decidió iniciar el procesamiento de los crímenes de la dictadura de Pinochet, decidió reinterpretar la Ley de Amnistía de aquel país; decidió que como muchos de los cadáveres de las víctimas del ‘escuadrón de la muerte’ aún estaban desaparecidos, se podía discutir legalmente que esas personas todavía estaban secuestradas, con lo que el delito seguía vigente. Como al juez Garzón lo acusan de haber ignorado la Ley de Amnistía española, de ahí la boutade anterior. De la evidencia de que los jueces se ven obligados a diario a interpretar las leyes, se pasa a la justificación de que los jueces utilicen las leyes de acuerdo a unos fines preestablecidos. Y eso, claro, es retorcer tanto el Estado de Derecho, supone tal prostitución de los principios, que nadie razonable en la Justicia puede sostenerlo.
En el caso de Garzón, además, por muchos méritos indudables que puedan achacársele en la lucha contra ETA, lo que parece claro es que, de todas las barbaridades cometidas, la de la Memoria Histórica quizá sea la menos relevante, la más anecdótica. Lo peor de Garzón, por lo que tendría que dejar la judicatura, es por su demostrada capacidad para actuar sin norte y sin recato. Como en el asunto que se sigue por sus bien remuneradas conferencias en Nueva York, patrocinadas por el Banco Santander, y su increíble decisión posterior de no abstenerse en una querella contra el presidente de ese banco. O por su impresionante mimetismo con el Gobierno de Zapatero durante el ‘Proceso de Paz; en menos de un año pasó a afirmar en sus autos que ANV se podía presentar a las elecciones porque no tenía conexión alguna con Batasuna a la tesis contraria en cuanto el Gobierno cambió de estrategia.
Volvemos al principio. Los jueces tienen que interpretar las leyes y no pueden ser ajenos al contexto social en el que se producen los hechos, pero todo eso es muy distinto del partidismo, de la politización. ¿Qué podríamos decirle ahora, por ejemplo, a los jueces de una sección de la Audiencia de Sevilla que, antes incluso de que se celebrase el juicio del espionaje, redactaron un auto en el que daban por probada la culpabilidad de EL MUNDO? Durante todo el proceso, aquel auto demoledor contra este periódico ha sido la base fundamental de la acusación de Chaves, pero ¿qué habría que exigirles ahora a aquellos jueces, tras dos sentencias absolutorias? Como el otro, igual piensan que «los jueces estamos acá para hacer política y eso va mucho más allá del estricto cumplimiento de algunas leyes».
Etiquetas: Justicia
1 Comments:
El derecho procesal siempre fue un coñazo para los estudiantes de derecho. Imagínate para los periodistas, que ni siquiera tienen la obligación de conocerlo. De los ciudadanos soberanos, ni te cuento.
Dicho esto, imagina la dicha de un repartidor de pan cuando le dicen que han multado al policía mamón que lo empapelaba a diario por lo mismo que a él: aparcar en doble fila.
No creo que sea tan grave, lo veo hasta justo.
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