El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

09 marzo 2010

Epicentro Jaén



Un colega del juez Garzón, magistrado como él, andaluz como él, me aclaró hace un par de años el verdadero despropósito del ‘juez estrella’ cuando se supo lo suyo de las conferencias en Estados Unidos, generosamente retribuidas con doscientos mil euros. «Lo grave no es que haya cobrado tanto dinero; no es eso. La cuestión es que lo que ha cobrado en Estados Unidos es más del doble de lo que gana como magistrado de Audiencia, que está en torno a los 85.000 euros al año. Cuando eso sucede, lo que denota es que su profesión se ha convertido en un hobby y su lucro real lo tiene en actividades extras, que son ya su profesión. Es una forma de perderle respeto a la profesión, de la que se sirve como tarjeta de presentación. Eso no puede traer nada bueno...»

Lo que ocurrió luego, como se maliciaba aquel magistrado, es que, a la vuelta de Estados Unidos, Garzón no encontró reparo alguno de incompatibilidad para instruir un sumario que afectaba al presidente de la entidad bancaria que, precisamente, había financiado sus cursos neoyorquinos, y menos aún le importó darle carpetazo al asunto, con lo que el banquero se libró de un proceso por delito fiscal. Lo mismo ocurrió cuando la Ley de Memoria Histórica, que no hubo en Garzón la menor duda para seguir adelante con el procesamiento del franquismo a pesar de los requerimientos en sentido contrario. Qué más da, todo eso era ya como irse de caza un fin de semana con el ministro de Justicia, a gastos pagados. Qué más da, no podía actuar, pero actuó; tendría que haberse abstenido, pero siguió adelante porque su prestigio, su público y sus reglas estaban ya fuera de la Audiencia. La profesión,definitivamente, se convirtió en un hobby. Su obediencia ya no estaba en la Audiencia sino fuera, en las cátedras, en los seminarios, en los homenajes, en las conferencias internacionales…

Este pasado fin de semana su público se ha reunido en Jaén. Despojado el encuentro de toda la retórica pegatinera, «una marea social con epicentro en Jaén», que decían; desbrozado el encuentro de la parafernalia épica, «la democracia está en peligro»; desquitadas las raciones de ideología gastada, «un ataque de la extrema derecha»; apartado todo eso del debate, lo que queda es una reclamación desnuda: lo que piden es que el Tribunal Supremo archive las causas contra Garzón «porque los denunciantes no tienen razón». Con esta frase, lo dicen todo de su ideal de Justicia. Es lo mismo que exigen cuando prosperan denuncias contra algunas leyes consideradas intocables, ya sean el Estatuto de Cataluña o la Ley de Violencia de Género. No se reclama un juicio justo para Garzón. No, lo que se pide no es Justicia, sino que no actúe la Justicia. Y para redondear el disparate, lo piden quienes hablan en nombre de un juez. Se trata, en fin, de hacer de Garzón un hombre al margen de la Justicia, un ciudadano inmune. El Estado de Derecho no cuenta para Garzón porque ya existe una sentencia previa: los denunciantes no tienen razón. Punto.

No, no. No pueden llamarse demócratas, por mucho que lo hayan repetido, todos esos que se han concentrado en Jaén. Que el epicentro del terremoto judicial que necesita la Justicia española no estaba este fin de semana en Jaén sino en el ‘Manifiesto por la despolitización y la independencia judicial’ que han firmado 1.400 jueces de todas las asociaciones judiciales. Creen esos jueces que la opinión pública debe conocer «las graves consecuencias» que tiene y tendrá en la vida de todos nosotros, como demócratas, como ciudadanos, «el proceso de contaminación política y ocupación progresiva del espacio judicial». En ese acto, ni había pegatinas, ni estaba Garzón. Tampoco lo esperaban.

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