El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

26 marzo 2009

Humillados


«Alguien o algo a quien recurrir cuando se humilla o insulta a las víctimas». Se trataba sólo de eso, que la viuda del guardia civil que acribillaron cuando patrullaba en una carretera comarcal del País Vasco, que los hijos del policía que asesinaron cuando subió a su coche y le estalló una bomba lapa, que la madre del capitán que destrozaron cuando se dirigía al cuartel en un coche oficial, que los hermanos del político que asesinaron por la espalda cuando salía de cenar, que la memoria, en fin, de todas las víctimas andaluzas del terrorismo etarra tenga la grandeza del reconocimiento público y el calor de quienes jamás olvidarán sus crímenes. El silencio de los cementerios es una ráfaga de aire al anochecer y la soledad de los familiares de las víctimas es el frío de una cama vacía en cada amanecer; frente a esa desolación pedían «alguien o algo a quien recurrir cuando se humilla o insulta a las víctimas», como acertó a decir Teresa Jiménez Becerril, hermana del concejal sevillano del Partido Popular que la banda terrorista asesinó, junto a su esposa, una noche de enero, en un callejón, a pocos metros de la casa donde dormían sus tres hijos.

Pedían una gota de agua en el inmenso mar burocrátic o de la administración autonómica andaluza, una oficina, un teléfono al que llamar cuando se sienten solos, acosados, maltratados o vejados. Un comisionado andaluz para las víctimas del terrorismo o similar. Nada hubiera supuesto, ya digo, para el mil millonario presupuesto andaluz (en pesetas, más de cinco billones y medio) haber aceptado la demanda de las víctimas del terrorismo que el Partido Popular planteó ayer en la Cámara andaluza, pero el PSOE decidió ignorar la propuesta con el peor de los talantes. Escaños vacíos, el del presidente Chaves el primero, y el debate para un diputado de cuarta fila, un joven ‘culiparlante’ del PSOE que, siendo abogado, le da por afirmar cosas como que una persona a la que el juez cita como imputado no supone que esté imputado. Con esas maneras, o sea, encaró el PSOE su negativa a aprobar aquello que le pedían las víctimas del terrorismo. ¿Que ya existe una ley nacional que ampara a las víctimas del terrorismo? Pues claro, igual que existe un defensor del pueblo en España, diecisiete más en las autonomías y cientos y cientos en los ayuntamientos.

No es eso, no es la duplicidad. Sucede que el PSOE andaluz tiene un inexplicable complejo con las víctimas del terrorismo, un prejuicio que no logra sacudirse ni siquiera ahora que va a gobernar en el País Vasco y que el proceso de paz ya está olvidado. Históricamente, al personal de Chaves le ha costado menos plantarse en la cárcel a defender a los condenados por el Gal que acudir a una manifestación de apoyo a las víctimas del terrorismo. Piensan, acaso, que las víctimas no están con ellos. Y se equivocan. Es más sencillo. A veces sólo piden que se les oiga.

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