El torero
La dimisión de Bermejo es una mala noticia: ¡Ojo que ese tipo puede volver dentro de poco a la Fiscalía! Sí, vale, es una buena noticia para el sistema democrático, por el precedente que debería crear y por la novedad que supone, pero, ¿se imagina que, uno de estos días, se ve usted envuelto en un proceso judicial y se da cuenta de que el fiscal es Fernández Bermejo? Tendría que existir en la puerta de las salas de vistas un formulario ya redactado y motivado para ‘impugnaciones universales’, digamos, pensadas para que el ciudadano pueda defenderse de aquellos tipos de la Justicia que han dado sobradas muestras de su implacable parcialidad y sectarismo, de su agria animadversión o, sencillamente, de su abrumadora inutilidad.
Es verdad que Bermejo dejó claro ayer que piensa seguir de diputado, que no renuncia a su escaño en el Congreso, pero eso es sólo cuestión de tiempo. Si resiste toda la legislatura de culiparlante –expresión acuñada en las Cortes de Cádiz para los diputados que no intervenían en las sesiones y sólo levantaban el culo para votar–, en las próximas elecciones no es probable que repita en las listas y tendrá que volver al Ministerio Fiscal. Lo cual, que el problema es inevitable. Ahora que algunas asociaciones judiciales se han robustecido con la huelga de la semana pasada, tendría que valorar este problema para incluirlo entre los problemas a resolver para la independencia de la Justicia. ¿Qué debe ocurrir cuando un juez o un fiscal deciden dedicarse unos años a la política? ¿Pueden volver luego como si tal cosa o tendrían que limitar su actividad a asuntos que no tengan ninguna relación con la política? Si uno mira a la cara de Bermejo, no tiene ninguna duda.
Por lo demás, la dimisión del ministro ha seguido el guión establecido en el PSOE para los escándalos políticos, corrupciones y otras. Todo el aparato se vuelca en un primer momento en la defensa del acusado y hasta lo jalea como víctima de una injusticia. Pero si el escándalo persiste y, sobre todo, si se intuye que está afectando al partido, entonces se le rodea de silencio y se le acompaña al precipicio hasta que, una mañana, alguien lo empuja al vacío. Lo de Bermejo, en dos semanas, ha seguido ese esquema, primero lo jalearon y luego, cuando en el PSOE han comprobado que el escándalo de la cacería les ha hecho más daño del que esperaban, lo han censurado. Una vez dimitido, elogios al sacrificio. Pero ahí se queda ya Bermejo, compareció sólo, con la boca seca, intentaba sonreír, pero apenas le salían las palabras. El torero ya se había convertido en el bombero-torero.
Otrosí: Si en Jaén en vez de un ministro hubiera estado cazando un consejero andaluz, a estas alturas no sólo no habría dimitido sino que ya lo habría nombrado Chaves presidente del parque natural donde mataba ciervos y le hubieran puesto una querella al periódico por intromisión en la vida privada. O sea.
1 Comments:
Como siempre Luis Olivencia ha escrito un magnífico artículo. Pero hoy rescata un soneto de Luis de Góngora que merece ser compartido y recordado en la blogosfera.
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