El búnker
En alguna estantería de la Biblioteca Nacional, debe conservarse la foto de un homenaje en Sevilla a los hermanos Machado. En el centro de la foto, los poetas, y junto a ellos, uno a cada lado, el dictador Miguel Primo de Rivera y su hijo, José Antonio. La foto la destaca Francisco de Ayala en sus ‘Recuerdos y olvidos’ para reflexionar sobre la actuación de los intelectuales frente a un régimen político. Primo de Rivera, “un hombre de buena fe, bondadoso, caballeresco y humano, un andaluz simpaticón”, había dado un golpe de Estado en España, suprimió los partidos y las lenguas, para encauzar el país “con mano de hierro”. Y pese a ello, el dictador sólo era considerado “como un estorbo interino y nada más”.
Hubo intelectuales, como Unamuno, que se marcharon al exilio y clamaban “con feroces diatribas contra quienes él consideraba intelectuales indiferentes, o anuentes, o renuentes” ante el régimen impuesto por el dictador. Al final, Primo de Rivera cayó en cuanto cambiaron los vientos económicos y el desastre del 29 se llevó por delante los progresos. Lo cual, que Ayala acaba pensando que, en realidad, en un régimen como aquel, putrefacto y en declive, la mejor política era la indiferencia, antes que la tentación de tomarse las cosas por la tremenda, “pues la fruta iba a caer por su propio peso, de madura, y ya a medias en estado de putrefacción”. Y añade: “tal o cual poeta, tal o cual pintor, tal o cual periódico, tal o cual institución, eran o no putrefactos; la monarquía, putrefacta”.
Que en la Andalucía democrática existe un gobierno hegemónico que se maneja con estrategias de régimen político; que Chaves lo lidera con apariencia de hombre bondadoso y simpaticón; que no existe apenas contestación de los sectores independientes; que quienes censuran los abusos del poder se ven abocados a un ‘exilio’ interior en el que todo se les niega; todo esto es la descripción diaria de la vida en Andalucía.
Tiene razón el PP, el búnker andaluz existe. Pero después de treinta años de hegemonía, lo que menos falta hace es seguir con la oposición de las definiciones y de las palabras gastadas. Una oposición que danza frente al búnker, repitiendo constantemente que encarna el cambio, que va a ganar las elecciones que acaba de perder, es una oposición baldía. Una oposición que, como le he oído estos días a un alcalde del PP, justifica sus derrotas por la existencia “de una Andalucía subdesarrollada y dependiente”, sólo generará antipatías y se irá cerrando el paso.
Tiene razón el PP, existe el búnker y la complacencia. Pero si tiene prisa por promover un cambio político en Andalucía, que deje de danzar frente al búnker. Falta que, de una vez, demuestre la capacidad política para poner en apuros a ese régimen, que es lo que no ha sucedido hasta ahora, y para ilusionar al electorado. Eso o, como decía Ayala, que se siente a esperar que, con otra crisis como aquella del 29, caiga la fruta, ya putrefacta, de esta hegemonía que dura treinta años.
Etiquetas: Andalucía, Junta de Andalucía, Partido Popular, Política, PSOE
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home