El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

28 septiembre 2008

Desvelo


A las seis de la mañana, harta de dar vueltas en la cama, cansada de secar las lágrimas en la almohada, cogió el móvil y le puso un mensaje a un amigo con la certeza de que eran horas de teléfonos apagados. Lanzó su mensaje al vacío como quien escribe sus deseos y tira una botella al mar para que vague desnuda hasta que alguien la encuentre. Errante como su sms lanzado al infinito de los satélites de comunicación. Lágrimas en el mar. Eran las seis de la mañana, nada se oía salvo la lluvia y el viento golpeando los cristales, y aquel mensaje de móvil que no esperaba respuesta era su único consuelo. «Quizá no lo entiendas. Llevo toda la noche sin poder dormir. Anoche al volver a casa, oí que Paul Newman se había muerto. Aunque te parezca absurdo y tonto, me siento mal. No puedo dormir. Un beso».

«Quizá no lo entiendas», decía, porque nos siguen sorprendiendo los sentimientos como una fuerza que no logramos dominar. Y eso nos rebela. Buscamos la certeza de lo tangible, nos encontramos en lo palpable, sentir es ver, tocar y saborear, y nos parece inexplicable que la muerte de un tipo como Paul Newman, que mañana seguirá existiendo para nosotros igual que lo hizo ayer, se atraviese con un nudo en la garganta. En las pantallas seguirá su cuerpo juvenil envuelto en una toalla, la mirada azul que atraviesa la tele. Distante, inalcanzable y añorado como una utopía. Galán, canalla y tirado, un picapleitos derrotado al final de su vida. Paul Newman seguirá en el Veredicto final, apurando cervezas y partidas de pinball en el bar, sorbiendo huevos crudos y vasos de whisky irlandés. Un abogado vencido por la vida, un hombre cansado que ha aceptado la derrota de no ser nunca lo que quiso. Hasta que de pronto lo rescata del pozo la autoestima que había olvidado. Y deja la bebida y el juego, abandona su dejadez para entregarle a una enferma en estado vegetal lo único que le queda, la dignidad.

Lanzó su mensaje de móvil al vacío pensando que nadie comprendería la bobada de pasarse una noche en vela porque se ha muerto Paul Newman. Pero es fácil de entender, ayunos como estamos de referencias, no se llora la muerte del actor ni de la estrella, que todo eso permanece en esta sociedad virtual, sino de la persona que ha sabido transmitir mucho más que los personajes que encarnaba en la ficción. No eran sólo sus ojos azules, ni su cuerpo juvenil, ni la sonrisa de pícaro. Ni siquiera la envidia de quien sabe envejecer. En la tele, cuentan su muerte y le oigo decir que «ahora no hay respeto; y no creo que la sociedad sea mejor por eso». Respeto, dignidad, belleza. Triunfo e inteligencia sin ostentación. Quizá pensamos que cuando se muere alguien así, se lleva consigo el ejemplo, se desvanece la utopía, pero ésa es la equivocación.

Paul Newman se ha muerto al llegar el otoño. En Veredicto final decía: «Actúa como si tuvieras fe y la fe nacerá en ti». Se lo he puesto de respuesta a su mensaje de móvil de la noche del desvelo. Para que seque sus lágrimas y esta noche vuelva a dormir.

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