El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

25 septiembre 2008

Discapacidad


Cuando nació su hijo, buscó una excusa para dejarlo unas horas con su marido y se fue directa a la parroquia. Se arrodilló ante el Cristo crucificado y llorando le preguntó desconcertada qué había hecho ella para castigarla con una desgracia. Miraba al Cristo con ojos de silencio; lo miraba fijamente, desafiante, porque pensaba que el crucificado había traicionado su confianza. Lo miraba llorando porque se le había quebrado la certeza con la que creció desde niña, creyendo que sólo aquel Cristo era capaz de entenderla y de ayudarla. Estaba dolida porque en los ojos inertes de aquel crucificado había escrito el diario de su vida, y en los pliegues de aquel cuerpo torturado, en la paz de ese rostro de muerte serena, había inscrito cada una de sus esperanzas. “Nunca te he fallado, le dijo, y ahora tú me envías esta desgracia con mi hijo”. Cuando se iba, envuelta en el eco de sus pasos retumbando en la bóveda, se prometió no volver nunca más.

Quizá todo comenzó a cambiar la tarde que decidió acercarse a la asociación de discapacitados de la que le había hablado su marido. “No podemos seguir negándonos a aceptar la realidad. Hay muchas personas como nosotros que nos pueden ayudar”. Entró de la mano de su hijo y, nada más llegar, una de las profesoras la interrumpió al instante, cuando, como aquel día frente al crucificado, se lamentó de su desgracia. “Tener un hijo con síndrome Down es una bendición de Dios”.

Los años que siguieron le abrieron las puertas de un mundo que desconocía; le enseñó cómo la solidaridad logra vencer la angustia de las familias con niños autistas; que el compañerismo desborda la desesperación de los padres que se enfrentan al vacío de niños con síndromes desconocidos o minoritarios. ¿Cómo sobreponerse si no a la mirada perdida de un niño con parálisis cerebral? Entre todos se apoyaban, se comprendían. Ayuda, compañerismo, solidaridad, comprensión; aquella era la bendición. Y su hijo, claro… Por qué no había descubierto antes la sonrisa insobornable de un síndrome Down.

Estos días, las asociaciones de discapacitados de Andalucía le han pedido al defensor del Pueblo que alguien les explique porqué los engaña el Gobierno andaluz. Viven de rifas y de loterías; de las aportaciones de amigos, de hermandades y de las verbenas que organizan todos los años; han aprendido a subsistir sin esperar nada de la autonomía, aunque se conformarían con la décima parte del dinero que se tira en propaganda y lujos oficiales. Saben que para ellos no existe el Estado de Bienestar, sino el Estado de Caridad. Hace un año, firmaron un acuerdo para una ayuda mínima. “Nos parecía muy limitada, pero la aceptamos”. Y los han engañado. Ayer, en la radio, el presidente de una de esas asociaciones pedía, por favor, que nadie considere la discapacidad intelectual como una enfermedad. Es verdad, la única enfermedad social es la discapacidad moral y ética de quien es capaz de engañar a esas asociaciones. Esa es la única desgracia.

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5 Comments:

At 27 septiembre, 2008 13:33, Blogger Lopera in the nest said...

Gracias Javier por escribir también estos artículos.

 
At 27 septiembre, 2008 17:04, Blogger arquitectomirobenito said...

Eso es lo que pasa cuando nos gobiernan miserables...
Magnífico post Javier,un abrazo.

 
At 27 septiembre, 2008 22:11, Blogger cigarrera said...

Es una vergüenza, se subvencionan tantas asociaciones de amiguetes progres, tanto cultureta, tanto 'evento' financiado a todo plan, y que no haya dinero para esto.

 
At 28 septiembre, 2008 13:55, Blogger Sempietnos said...

El grado de estulticia que pueden alcanzar estos miserables, es infinito.
Crece en progresión geométrica junto a su desvergüenza,falta de ética y moral y condición humana.

 
At 28 septiembre, 2008 14:19, Blogger Panduro said...

...la única enfermedad social es la discapacidad moral y ética de quien es capaz de engañar a esas asociaciones. Esa es la única desgracia.

Amén.

 

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