Cruces
En las comisarías, los policías siguen un ritual, anónimo y compartido, cada vez que se desarticula un comando terrorista. Con las primeras noticias de las detenciones, siempre hay un funcionario que se va directo a los carteles que cuelgan de las paredes con las caras de los etarras más buscados y tacha con una cruz la cara del que han trincado. Lo he visto ayer mismo, la cruz sobre la cara inexpresiva de Arkaitz Goikoetxea, uno de los etarras que han caído con la desarticulación del ‘comando Vizcaya’ a finales de julio pasado. Le echan la cruz, lo tachan con una cruz de bolígrafo, y ese trazo es como un grito inconsciente de alegría. Uno menos.
Esa cruz que trazan los policías sobre la cara de los etarras, que se puede ver igual en los cuarteles de la Guardia Civil, que también es una costumbre que siguen los policías locales y hasta los vigilantes de seguridad, es en el fondo, ya digo, una voz muy clara, un guiño de complicidad entre quienes no dudan nunca frente a un terrorista. Y si cambian gobiernos, y si varían las políticas, los policías que van tachando, uno a uno, a los terroristas saben siempre que lo que la sociedad espera de ellos es eso mismo, carteles de ETA que se van llenando de cruces sobre las fotos de carné. Tocado, hundido.
Arkaitz Goikoetxea ha sido uno de los responsables de los atentados de ETA contra casas cuartel de la Guardia Civil, como el que acabó en marzo con la vida Juan Manuel Piñuel Villalón, en Legutiano; el guardia civil de Málaga, que tenía una casa en El Palo con la que soñaba desde la garita que reventaron; la casa a la que siempre esperaba volver para pasar los días de descanso haciendo castillos en la arena con su hijo. Ese Goikoetxea es el que planeaba secuestrar a un concejal socialista para someterlo al calvario de Miguel Ángel Blanco. Ya tenía preparadas las ampollas de valium líquido para el secuestro. Para, junto a las bombas en la Costa del Sol, devolverle a ETA el protagonismo de horror y miedo que siempre anda buscando.
Ahora, en la cárcel, igual le llega a Goikoetxea una carta de Otegi, como le llegó a Kubati, asesino de seis personas, a su celda de Puerto III. Otegi, aquel ‘príncipe de la paz’, va a salir de chirona a final de agosto y ya ha comenzado a predisponer el ambiente para proponerle a Zapatero un nuevo ‘proceso de paz’. Y en las cartas que está enviando a los presos de ETA, como la que publicamos hace unos días a Kubati, les pedirá apoyo para reabrir el diálogo con el Gobierno. «Tenemos que reemplazar la brocha gorda por el pincel», le dice Otegi a Kubati; ya ven, consejos de finezza al tipo que asesinó a sangre fría a su compañera Yoyes, por dudar. Delante de su hijo.
‘Echarle la cruz a alguien’, decimos coloquialmente. La lucha contra ETA será completa cuando no haya dudas en España. Contra ETA, que nos quede claro, sólo cabe echarle la cruz. Con el pincel de la Justicia, con la brocha gorda de la repulsa social y con el bolígrafo constante y anónimo de los policías cada vez que se limpia de etarras un piso franco como quien desinfecta una covacha de ratas.
Etiquetas: País Vasco, Terrorismo
4 Comments:
Echemos todos la cruz a ETA, luchemos juntos por acabar con este grupo de asesinos. CADENA PERPETUA YA.
Voto por que estas aspas caigan con la misma inexorable certeza con la que lo hacen sobre el calendario.
Saludos.
Un cruz más, un asesino menos. Que se llene de cruces la lista cuanto antes.
mal que le pese a los malnacidos del PNV y el resto de nacionalistas, "al etarra, como al gorrión, pólvora y perdigón"
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