Ambiciones
Ambiciones en España hay dos, la finca de Jesulín y las promesas del Gobierno. Y ninguna de las dos se corresponde con la realidad. Se llaman ambiciones, pero esconden otra cosa. Se llaman ambiciones, pero sólo se trata de un eufemismo.
La finca del torero, por ejemplo, trasciende ampliamente del concepto dedicado a las haciendas de los matadores de toros. Existía un concepto anterior al de Jesulín, el modelo tradicional, que simbolizaba el triunfo de un hombre humilde, que aprendió a torear dando capotazos clandestinos en las noches de luna. Más que cualquier otra cosa, la tardes de leyenda o la aureola mítica que perfuma a los toreros de época, el triunfo de un matador de toros se simboliza en una finca y un mercedes. Jesulín cambió ese concepto, Ambiciones no es una finca, es un ente vivo, con personalidad propia. Un personaje más de la saga. Lo verán en las crónicas de la prensa rosa. «Ambiciones está triste», «Silencio en Ambiciones», «Ambiciones está de celebración», «La cara oculta de Ambiciones»… Y en este plan. Tanto ambicionaba el torero, que la finca cobró vida propia y lo sustituyó en los titulares.
Las ambiciones del Gobierno también esconden otra cosa. Solbes dice ahora que las promesas de pleno empleo en la campaña electoral sólo deben interpretarse como ambiciones electorales («ambiciones que pretenden ir más lejos, pero luego la realidad es la que es, y tenemos que adaptarnos»). Eso dice el vicepresidente, sí. Pero, veamos. En febrero de 2007, The Economist daba ya por seguro que la crisis mundial se vería agravada en España por la caída brusca del sector inmobiliario. Un mes más tarde, Financial Times repetía el mismo diagnóstico y alertaba sobre la debilidad oculta de la economía española, por su escasa competitividad, por el bajo nivel de desarrollo tecnológico, por la debilidad de la industria y por los efectos perversos del boom inmobiliario, que ha desviado el capital inversor hacia ese sector en detrimento de otros.
Todo eso, hace año y medio y en la prensa extranjera. En España, las alarmas se encendieron incluso antes, y lo que hacía entonces el Gobierno era negarlo con rotundidad por la campaña electoral y descalificar a quienes alertaban de lo que se venía encima. ¡Antipatriotas! No sólo eso; además de esconder las alarmas, se inventó una realidad distinta, ‘la crisis es de EEUU, no tiene nada que ver con España’, para, finalmente, sobre esa invención, presentar sus promesas electorales de pleno empleo. Eso, en fin, no son ambiciones, que son imprescindibles en un gobernante. Eso tiene otro nombre.
– Solbes, al menos, reconoce lo ocurrido. Pero, ¿y Chaves? ¿Cómo se llama lo de Chaves que sigue prometiendo el pleno empleo en Andalucía?
Lo de Chaves, como siempre, se sale de madre. Se ha llevado varios meses pidiendo calma porque dice que «es precipitado sacar conclusiones». A ver qué nombre se le pone a eso. Andalucía lleva treinta años liderando todas las listas del desempleo y Chaves dice que es precipitado sacar conclusiones. Como siempre, inigualable.
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