El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

02 noviembre 2007

Tranvías


«A pesar de todo, aún no han podido con Sevilla». Lo escribió, unos días antes del esperpéntico descarrilamiento del tranvía de Sevilla, el escritor Félix de Azúa, tras una visita a la ciudad que lo dejó, de nuevo, embobado por el color de las jacarandas, el clima suave del otoño, la belleza obsesiva de la Giralda, la certeza de que siempre que se pasea por esta ciudad se acaba descubriendo un rincón que parecía velado, que se ocultaba. A Sevilla siempre se quiere volver, y por eso Félix de Azúa la recomienda cuando le preguntan por la ciudad más hermosa de España.


Es la belleza reposada y antigua de la Sevilla milenaria, que se ha enriquecido con las invasiones de la historia y que es capaz de resistir, incluso, el asedio de estos tiempos de globalización, las legiones de turistas bajo las que ya han sucumbido muchas ciudades de la vieja Europa. «Es cierto, el turismo aún no ha herido de muerte a Sevilla, pero los alcaldes la pueden hundir en cualquier momento. El actual ha puesto en marcha una línea de tranvías que transitan como tiburones junto a la catedral», remataba Félix de Azúa, sorprendido por el espectáculo.

Lo que ha ocurrido con el tranvía de Sevilla es curioso y representativo del alma sociológica de esta ciudad. A cualquier alcalde del mundo lo hubieran corrido a gorrazos si, como éste de Sevilla, hubiera prometido un Metro y, en su lugar, acabara inaugurando un tranvía (lo llama ‘Metrocentro’ para disimular) con un recorrido que no llega al kilómetro y medio. En Sevilla no. La ciudad acogió la inauguración del tranvía con el engañoso juego de sensaciones que convierte las adulaciones en vísperas del desdén y de la burla. Los mismos sevillanos que, el lunes, parecían llorar en las emisoras de radio por la emoción del tranvía, se descojonaban el martes cuando el dichoso trasto, después de seis meses (¡seis meses!) de pruebas, descarriló. «Esto está muy bien. El alcalde se ha gastado millones y millones en un tranvía de kilómetro y medio y un poco más y se mete en Correos a comprar sellos», dejó dicho uno que pasaba por allí. Fino y frío, que dijo Unamuno del sevillano.

Descarrilla el tranvía y todo el mundo se troncha por el ridículo del alcalde. Nadie se compadece. Dirán, ya lo sé, que la ciudad es así de cruel, de interesada; que siempre lo ha sido, desde tiempos de Julio César. Y es verdad, pero quién censura hoy, después de analizar la esperpéntica historia del tranvía, del despropósito permanente de las obras del metro, de la chapuza municipal, después de todo eso, quién no defiende esa doblez sevillana como un mecanismo de autodefensa. Como la ‘mala follá’ granaína o la ‘guasa’ gaditana. Es la respuesta, lecciones de humildad de ciudades milenarias a una clase política prepotente, ensimismada y soberbia. Es la respuesta adecuada, merecida a esos yupis del urbanismo sevillano. La ciudad siempre se impone. Por eso siguen llegando viajeros como Félix de Azúa. Ya lo advirtió Cela: «En Sevilla se cree o no se cree, como en Dios. Sevilla, como Dios, está por encima de lo que de ella puedan pensar los hombres».

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3 Comments:

At 02 noviembre, 2007 14:32, Anonymous Anónimo said...

"El engañoso juego de sensaciones que convierte las adulaciones en vísperas del desdén y de la burla". Dicho con otras palabras: Hipocresía sevillana.

 
At 03 noviembre, 2007 20:45, Anonymous Anónimo said...

¿Yupis del urbanismo?. Horteras, sencillamente. Quieren cambiar la ciudad, "transformarla para la modernidad", en la jerga chavesiana.Pero la están destruyendo con las "piquetas del mal gusto".

 
At 07 noviembre, 2007 11:32, Anonymous Anónimo said...

Tuve (y tengo) la fortuna de escuchar de viva voz de FdA el esperpento de transporte montado en la capital andaluza (que por cierto visitaré este mismo fin de semana) y supe que como si de la boda de un torero o personaje de la farandula fuera, la gente en lugar de movilizarse por tal amaño y despilfarro de recursos, se congratulan de poseer entre los servicios de la ciudad este tren-metro-tranvía-loquesea. Sólo falta que algún "iluminado" quiera revivir el desaparecido monorraíl de la Expo como sucedía en un episodio de los Simpsons. Idiotas los hay por todas partes, y entre los alcaldes de toda España hay y más de los que gustaría.

 

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