Canadá
Llegan buenas noticias de Canadá. O malas, según se vea. Porque las elecciones en Quebec dejan el consuelo grande de que el independentismo también tiene techo, que el personal acaba hartándose de perseguir como idiotas la zanahoria milagrosa de la independencia y llega un momento en el que, como ahora los canadienses, descubren que sus grandes problemas no se solucionan con más segregación, que es la unidad entre naciones lo que impone el nuevo milenio, no las divisiones aldeanas de hace doscientos años. El separatismo de Quebec se ha hundido; se acabó por un tiempo esa romería de referendos para votar la soberanía, como si jugaran a la ruleta rusa de los enfrentamientos civiles. Si pensamos que, también aquí, algún día el personal dejará de darle cuerda electoral a las cometas nacionalistas, ésa es la ilusión que traen estos días las crónicas de Canadá.
La mala noticia es que el descalabro del sistema político imperante, el bipartidismo consagrado durante cuarenta años entre federalistas e independentistas, ha hecho emerger a un líder populista, Mario Dumont, al que llamaban ‘el Le Pen de Quebec’, y que, como aquél, ha barrido en núcleos rurales y en barrios obreros. Junto al cansancio por las promesas independentistas, la lógica ciudadana se desplaza de extremo a extremo del espectro político al contemplar la desorientación de los partidos tradicionales ante los problemas que hacen temer a la gente por su propia identidad, que es, se quiera o no, como el suelo que se pisa.
Por ejemplo, para pasmo del personal, se han publicado estos días reportajes sobre el desnorte de la clase política canadiense ante los problemas que se plantean con la integración de los inmigrantes. En una de esas crónicas, publicada en El País, se podía leer el siguiente párrafo: «¿Es razonable que un chico sij acuda a la escuela con un puñal en la cintura? Hay entendidos en materia de integración que opinan que sí. ¿Se deberían tapiar las ventanas de los gimnasios para que las chicas musulmanas no estén a la vista? ¿Habría que regular por turnos el uso separado de hombres y mujeres en las piscinas? Las respuestas varían de un municipio a otro». Si hasta en Canadá, que ha sido modelo de país abierto a la inmigración, se llega al punto de someter a debate si un niño puede acudir al colegio con un sable en la cintura, es normal que el personal huya espantado al otro extremo. ¿Cómo se va a dudar siquiera si hay que tapiar los gimnasios?
En Almería, en Huelva, en Sevilla, en Madrid o en Barcelona es ahora cuando deben sentarse las bases de una integración acorde a los derechos, las libertades y la igualdad alcanzadas por la civilización en las democracias occidentales. Que es la miopía política, la inopia y la estulticia las que traen de la mano a los movimientos de extrema derecha. La falacia de la política multicultural. En Canadá, ya ven, ha vencido incluso al independentismo, que suele ser una ceguera más.
Etiquetas: Alianza de Civilizaciones, Inmigración, Nacionalismo
2 Comments:
Admirado Javier,
Hoy ha aparecido en el blog
http://garciamado.blogspot.com/
una entrada de un Profesor que entrevistaste hace algunas semanas.
El artículo se titula: "Oratoria política (el padre Isla hoy)", y el autor es Francisco Sosa Wagner.
Dado el interés que tiene, y lo bien escrito que está, me atrevo a recomendarlo en este blog.
Saludos,
Mi nombre es Alain y comencé mi propio blog:
Se llama Bonjour Quebec
http://bonjourquebec.blogspot.com
Trata sobre mi proceso de inmigración a Canadá (Quebec-Montreal).
Cualquier cosa estoy a la orden
Muchas Gracias...
Alain
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