Paradojas
La lucha contra las mafias de la inmigración ilegal tendría que incluir la persecución de dos efectos perversos en este lado del mundo: el papanatismo oficial y el racismo social. Son dos visiones equivocadas, situadas en polos opuestos del problema. La consecuencia inevitable es que, como tales extremos, obcecan la razón e impiden cualquier análisis objetivo y certero sobre este fenómeno extraordinario que ya ha marcado el destino del siglo XXI.
Es por eso, justamente, por la dimensión del problema, por lo que se hace urgente combatir esos polos que, además, acaban retroalimentándose. Por ejemplo, si se fijan, aún estando en las antípodas, tanto el papanatismo oficial como los brotes racistas lo que provocan es que la integración de los inmigrantes se haga imposible. Y no hará falta extenderse mucho más sobre las consecuencias de la falta de integración de los colectivos inmigrantes, un abanico de problemas que va desde el terror del fundamentalismo hasta los disturbios callejeros que pueden tumbar un país, como estuvo a punto de ocurrirle a Francia.
Quizá Sartori incluiría ambos, o por lo menos al papanatismo oficial, en lo que en su día denominó como ‘paradojas del multiculturalismo’, una teoría sustentada en la creencia de que las sociedades libres y desarrolladas deben aceptar y fomentar la integración de los inmigrantes con el requisito de que «implique una reciprocidad y que no derive en subculturas aisladas. Porque si no se comparten los valores culturales, surgen los conflictos».
Esa idea, la de compartir valores, es, por ejemplo, la principal carencia de la Junta de Andalucía en su política de inmigración. De hecho, cada año por estas fechas, cuando llega el Ramadán, lo que provoca el Gobierno andaluz es una sorpresa mayúscula por esa afición suya al papanatismo. Y no sólo porque el mismo esfuerzo que se pone en limitar a la Iglesia católica, en retratarla en la caverna de los tiempos, es la que se destina a ensalzar las virtudes del Islam como fuente de templanza, tenacidad y riqueza cultural. No, porque ante esto lo único que cabe es reivindicar la laicidad del Estado sin más.
El problema radica en que esa afición al papanatismo no conduce ni a la integración ni a que la sociedad sea cada vez más tolerante ante las culturas y religiones que vienen de fuera. Que no tiene ningún sentido, en fin, esto que se conoce ahora, que la Junta de Andalucía durante el Ramadán, además de dátiles con leche, cordero y pasteles típicos, además de eso, digo, que también le ofrezca a los menones que han llegado en patera y que han sido internados en centros de acogida una llamada de teléfono a sus familias para felicitarlas. No sé si en la Junta de Andalucía han reparado en el sutil detalle de que si los menores están en centros de acogida es porque se supone que sus familias están en paradero desconocido.
Con esos menores inmigrantes, marroquíes en su mayoría, la obligación legal del Estado es doble. Una vez que llegan a la costa, atenderlos y hacerse cargo de la custodia hasta la mayoría de edad. Salvo que se localice a sus padres porque, si esto ocurre, los menores deben reintegrarse en su núcleo familiar. Y, si se quiere, que la misma ayuda se preste en centros de Marruecos. Pero esto, esta hipocresía, este papanatismo, es, sencillamente, una forma más de fomentar la inmigración ilegal.
1 Comments:
Me ha parecido magnífico el análisis.
Por mi parte, me daría incluso igual que lo hiciesen sin darle publicidad, pero cómo dejar de airear ese amor por lo musulmán tan progresista y empático.
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