El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

01 febrero 2006

Lotes


La prensa marroquí le ha augurado a España «un lote de disgustos» por la visita del presidente Zapatero, hoy y mañana, a Ceuta y Melilla. La expresión, que ya sólo tiene referencias mercantiles en nuestra sociedad, nos retrotrae a los años setenta, cuando los adolescentes contestaban a todo con esa misma coletilla: «un lote». Tal cosa «me gusta un lote» o «me fastidia un lote». Modas ocasionales que, sin embargo, definen una época poco sutil, nada refinada y gruesa, como ese sustantivo que alcanzaba la mayor zafiedad con su acepción definitiva: «Darse el lote» con una chica. «Besuquearla y manosearla», como todavía recoge el Diccionario de la Lengua, quizá en recuerdo de aquella época de atraso y dictadura.

No es extraño, por tanto, que sea en Marruecos donde ahora, tantos años después, se utilice una expresión así. Lo hace el redactor jefe, Jamal Hajjam, del diario L’Opinion, órgano de prensa de los socialistas marroquíes. En el artículo en cuestión, que se titula «Lamentable», se calienta al personal con arengas varias por este «atentado contra los sentimientos marroquíes». También se incita al Gobierno marroquí, que por ahora guarda silencio, para que salga en defensa de estas dos «ciudades marroquíes ocupadas», «el último bastión del colonialismo en el mundo», dicen con notable ignorancia.

Desconocimiento porque olvidan la definición misma de colonia y desprecian los informes al respecto de la ONU, que incluye como tales a una decena de territorios británicos, Gibraltar y un puñado de islas, y algunos islotes más administrados por Francia o Estados Unidos. En esos informes de la ONU, en los que se hace una relación de las colonias existentes, no se menciona ni a Ceuta ni a Melilla, pero sí, curiosamente, se incluye el Sahara Occidental, administrado por Marruecos.

En fin. Que lo más curioso de todo esto es que, uniendo las reacciones encendidas de estos días de los fundamentalistas marroquíes y de los fundamentalistas catalanes, se aprecia un curioso común denominador: «Decepción de un gobierno socialista del que se esperaba una actitud más bien valiente y decididamente dirigida hacia el futuro. ¿Se situará Zapatero más a la derecha que la derecha española?».

Este último párrafo es de uno de los editoriales de la prensa marroquí, pero obsérvese bien el paralelismo, la reveladora similitud de esos dos conceptos que se manejan en Marruecos con la misma pobreza ideológica que en España. Ser de izquierda y mirar al futuro, en suma ser progresista, supone apostar por la desaparición de España como Estado. Aquí y en Marruecos, ya se ve.

Ocurre, sin embargo, que a unos y a otros, Mohamed o Carod, se les puede criticar el desvarío pero no la decepción, que es un sentimiento indirecto porque depende de la actitud de otro. Es Zapatero quien ha cambiado, o sea. Ahora, toca baño de españolismo. Un lote, ya verán.