Retórica
Cada tiempo tiene su retórica. La afirmación la realizó hace ya veinte años esa gloria viva de los andaluces que es Francisco Ayala, en un artículo de prensa en el que anteponía la advertencia de que, pese a su mala fama, la retórica no tiene el sentido peyorativo que se le atribuye (artificiosidad y mero convencionalismo), sino que debe contemplarse como el arte de usar eficazmente el lenguaje. El dominio de lo que se dice e incluso de lo que no se dice, se omite o se calla puede ser materia de retórica.
¿Cuál será la retórica de estos tiempos? Parece claro que, tras el último ciclo de elecciones en España, con cambios en el Gobierno de la nación, en el catalán y en el gallego (todo cambia, Chaves permanece), se ha impuesto una nueva forma de hacer política. El proclamado talante de Rodríguez Zapatero es, en este sentido, la retórica de estos tiempos. O por lo menos, el barniz con el que se adorna la gestión política y que, hasta el momento, está resultando un eficaz antídoto contra las críticas. Todo es talante, o sea.
Ocurre, sin embargo, que, como se viene advirtiendo desde el principio, el talante en sí mismo no es nada y la persistencia en esa Bavia, en esa nadería, llega ya a la exasperación. Esas cosas que hace Rodríguez Zapatero de llegar a Francia y, ante un problema monumental de diez mil coches incendiados y miles de jóvenes detenidos, sólo alcanza a decir, engolando la voz y en medio de grandes pausas, que “la violencia es mala… La violencia sólo tiene consecuencias negativas… Tolerancia cero con la violencia” Dios, qué hartura. Carlos Herrera le ha colgado a Zapatero el mote de “José Luis y su guitarra”, con el agravante de que el repertorio de coplas de ZP es diminuto. Tres ideas y tres frases hechas. No hay más. Menos repertorio que el Neng de Castefa, o sea. Que soy persona. Y tengo sentimientos.
Conviene, de todas formas, no engañarse, porque esa retórica huera es un ardid; esa estrategia de no decir nada es un barniz de apariencias para cubrir un sectarismo implacable. Lo dice el propio Felipe González: “Zapatero tiene más poder que el que yo tuve nunca en el seno del PSOE”. Y lo corroboran quienes conocieron a Zapatero en León, arrebatándole el sillón a sindicalistas duros, curtidos en la minería, sin que las comisuras de la sonrisa ni las cejas arqueadas flaqueran ni un milímetro. “De blandito, nada. Es un tipo ambicioso, sin escrúpulos, que cuando se marca un objetivo suele conseguirlo porque resulta que, además, tiene la suerte de su parte”.
“¿Cómo podría caracterizarse la retórica de la democracia? ¿Cuáles son los rasgos particulares del nuevo estilo?, se preguntaba Ayala. Y concluía: "Me atrevería yo a afirmar que sus dos notas más destacadas son la grosería léxica y la incuria formal (…) Hemos entrado en la fase de democracia integral que no consiste ya en la igualdad de oportunidades sino en la igualación por el más bajo rasero”. Ya ve usted, Ayala, veintitrés años después seguimos aportándole conceptos a esta degeneración de la retórica.
Publicado en EL MUNDO de Andalucía, el 24 de noviembre de 2005
2 Comments:
Para retórica la de Pepiño Blanco, que dice acetar por aceptar. Cuando Cela escribía sobre los lelos gallegos, ¿estaría pronosticando el ascenso de Pepiño al poder? Lo de José Luis y su guitarra es el hallazgo monclovita de esta legislatura. Por eso les escuece tanto. ¡Ánimo, Caraballo!
Hoy he descubierto tu blog aunque a ti te leo desde hace tiempo en ¨el mundo¨ por eso me gustaría leer tus opiniones aquí porque ya leo tus publicaciones en el periódico.Animo.
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