El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 noviembre 2005

Arabe



Hace unas semanas, cuando lo del nacimiento de la heredera Leonor, un periódico nacional publicó un artículo ficción sobre la España de 2023, el año en el que la futura Princesa de Asturias cumplirá la mayoría de edad. Sin cortarse un pelo, el artículo en cuestión vaticinaba que la heredera habrá completado sus estudios y hablará a la perfección en árabe, «la nueva lengua de los españoles». Toma ya.
Tenía olvidado aquel reportaje, archivado en la neurona de excesos españoles y maldiciones eternas, hasta que, ayer mismo, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas hizo un comunicado en el que se congratulaba de que la Junta de Andalucía impulse la enseñanza del árabe como asignatura optativa en la ESO, y realice además un nuevo diseño curricular en las Escuelas Oficiales de Idioma. «Andalucía se convierte en pionera en la enseñanza del árabe. Ahora la medida debe extenderse a todo el Estado», proclamó feliz Abdelkarim Carrasco, el portavoz de la federación que, con ese nombre y ese apellido, da por explicada buena parte del resto de su curriculum.
Una vez más, como en tantas otras facetas de la vida política andaluza y española, los temores que suscita una noticia así no tienen nada que ver con la razón, sino con la profunda desconfianza que producen algunos de los gestores de la cosa pública, sobre todo de la enseñanza pública.
El árabe, como el chino, son dos idiomas de creciente influencia mundial y será lógico que se abra paso en las escuelas españolas como segunda o tercera lengua, tras el inglés o el alemán. Eso, como todo lo obvio, no lo discute nadie. El problema, el pavor, surge cuando esa tendencia razonable se analiza bajo la creciente esquizofrenia española, ese relativismo persistente de la propia historia, de las costumbres o, por supuesto, de una lengua que crece imparable en el mundo y se trivializa en su cuna.
A menudo, además, sucede que en España se adoptan las decisiones políticas sin reparar en la repercusión inmediata que tendrá en el exterior. Ahí está, por ejemplo, la última polémica surgida en la Unión Europea (y, por ahora, desactivada) para reducir el número de traductores de español, una vez que el esfuerzo mayor del Gobierno ha consistido en que se reconozcan como lenguas oficiales el catalán (que lo habla el nueve por ciento de la población española) o el vasco (el uno por ciento).
Si, como se repite machaconamente, «los pueblos y las personas se comunican con el lenguaje» (lo ha vuelto a decir ahora Abdelkarim Carrasco, por esta buena nueva del árabe en las escuelas andaluzas), lo razonable sería que todos aquí, nacionalistas e inmigrantes, se esforzaran en la lengua que tenemos en común, siquiera en correspondencia con el potente crecimiento del español fuera de España. ¿No es, acaso, ésa la integración más efectiva? Pues no. Ya ven. Leonor, la heredera, igual acaba estudiando con sus primos alauitas.

2 Comments:

At 30 noviembre, 2005 11:53, Blogger Canal Rancio Blog's said...

La Logse avanza, incesante. LA corrección política es más importante que la comunicación. Los emigrantes españoles estaban orgullosos de que sus hijos hablaran alemán. Nosotros nos empeñamos, como siempre, en seguir el camino inverso. Todo sea por halagar al enemigo de nuestro faccioso enemigo, que diría doña Cándida. HE aquí la perversión progre.

 
At 15 agosto, 2007 13:31, Anonymous Anónimo said...

¿Y qué pasa si aquí se estudia el árabe? Ya era hora,¿o es que todavía no te has dado cuenta que los marroquíes en el norte de Marruecos hablan perfectamente el español?

 

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