Por consiguiente
«Nadie es una isla, completo en sí mismo». De esa cita de John Donne surge la obra de Ernest Hemingway ‘Por quién doblas las campanas’. En un congreso como el que el PSOE celebra desde hoy en Sevilla, eso es lo único que tendrían que tener claro todos, que la tarea pendiente no se resuelve con una pugna de nombres, de banderías; que es tan profunda la crisis en la que se ha instalado la izquierda en toda Europa, que la mera transmisión del poder orgánico no conseguiría otra cosa distinta que el traspaso de la incertidumbre de unas manos a otras, pero nunca la solución del problema. Sin embargo, todo lo que ha sucedido hasta ahora y todo lo que sucederá en el congreso no se va a apartar de esa batalla sectaria, esa rivalidad de clanes o de facciones.
Se puede entender, sin embargo, que sea así porque son tantas las urgencias que se acumulan después de tres derrotas electorales consecutivas en las tres capas de la administración del Estado –algo que nunca había sucedido en el PSOE y que lo ha dejado en una situación de marginalidad desconocida en los últimos treinta años–, que es comprensible que la primera piedra tenga que ser ésta, la de elegir a la persona que puede iniciar la reconstrucción. Mucho más en una situación tan singular como la aniquilación absoluta del zapaterismo que, como se ha referido otras veces, devuelve el debate interno a las dudas que se plantearon tras la salida de Felipe González. Dicho de otro modo, en un amplio sector del partido, Zapatero no se ve más que como un paréntesis de ocho años, un experimento fallido, una salida cegada en el laberinto de las ideas. Por esa consideración, la vieja guardia del PSOE se apresuró a liquidar los planes de sucesión de Zapatero cuando aún era presidente del Gobierno: para no verse abocado a una estrategia de hechos consumados dentro del partido. Y por esa misma razón se ha rescatado a Rubalcaba, el único superviviente activo de ese grupo de la vieja guardia, para liderar la Reconquista. Salvadas las primarias, este congreso es el último escollo para enterrar definitivamente el zapaterismo, esa concepción de la política que hoy sigue encarnando Carme Chacón con la expresión que se le adjudica a Miguel Barroso: «Zapatero veía la política en imágenes». Chacón es la imagen de la renovación que intuyó Zapatero para sí mismo y Rubalcaba es la imagen del currículum, de la solidez, de la experiencia que remite a Felipe González.
Lo que se dilucida en este congreso no es la resolución del futuro del PSOE, que eso vendrá después, si llega. Elegirán a una persona, a un equipo, pero la nueva orientación política del PSOE, la reactivación ideológica de la izquierda mayoritaria de España; esa tarea queda pendiente. Este fin se semana, sólo se contestan las dudas más superficiales; el lunes es cuando comienzan los problemas. Los perdedores no habrán perdido y los ganadores no habrán ganado nada sustancial, definitivo. «Y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti». Así termina la cita de John Donne.
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