El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 octubre 2011

Priísmo



Estaba en el ambiente, se palpaba en el aire, pero es la primera vez que, en el cruce accidental con un alto cargo de la Junta, la sensación que deja su conversación es la de los brazos caídos, final de etapa. Podíamos presumirlo, intuirlo, pero ha sido la primera vez que la conversación estaba alejada de cualquier rencilla, lejos de las batallas de antes, como si todo eso hubiera pasado ya a la historia; ya no hay recelos ni inquina porque sus ojos, su expresión, se han marcado con los rasgos del final, la serenidad del acabose tras una larga disputa; que también el fin de ciclo, la inminencia de que todo se acaba ya, conlleva una inesperada sensación de paz o, por lo menos, un cierto descanso. Estaba en ambiente, sí, pero sólo ahora la conversación breve se proyecta a su futuro inmediato fuera de la política.

Los otros, los profesionales de la política, o mejor, los profesionales en vivir de la política, seguirán, sin embargo, igual; sí, muchos de estos que se sientan en el Parlamento, como ayer, los que alternan al compás que le marcan los aplausos al líder con los pateos al adversario. Todos esos que lucharán por repetir en esos mismos escaños mantendrán un discurso agresivo, distante, soberbio y jamás admitirán, como los otros, que el final parece inminente. Jamás se cruzarán con una mirada distinta a la del odio al discrepante, serviles hasta en el sentimiento de ira. Pero lo esencial en este caso es lo anecdótico, lo minoritario, la expresión de fin de ciclo que podía verse en ese alto cargo.

No existe ninguna hegemonía democrática que se haya perpetuado en la historia sin que, antes o después, llegue un día en el que todo se precipita, se desmorona, y el régimen impermeable de varios decenios comienza a hacer aguas por todas partes y se va hundiendo en el horizonte, a la vista de todos que, extrañados, contemplan la escena desde la playa. Le ocurrió recientemente a los conservadores de una de las regiones más prósperas de Alemania, el lander de Baden-Württenberg, que perdieron después de cinco décadas, y le ocurrió mucho antes al PRI mexicano, que perdió el gobierno tras siete décadas de predominio absoluto. Igual puede pasar aquí, en Andalucía. Pero, ocurra o no, al mirar para atrás, lo interesante es pensar que cuando un partido se consolida durante tantos años en el poder es porque existe una identificación con la sociedad. «Antes del PRI, México ya era priísta. Cada mexicano tiene el chip priísta antes de nacer porque el PRI era un reflejo profundo del carácter del mexicano, con algunos rasgos anacrónicos que van desde el individualismo al desapego a las leyes, desde el victimismo al rechazo al extranjero», dice el ex canciller mexicano Jorge Castañeda. ¿Cuál sería el equivalente, la identificación de la sociedad con el régimen político, en el rico lander alemán? ¿Y en Andalucía, existe aquí el priísmo social? ¿De ser así, se dificulta cualquier cambio porque iría contra la sociedad? Tiempo de cambios, tiempo de dudas.

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