El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 octubre 2011

El ton y el son



Se oía a Marisol Yagüe en la radio, tanto tiempo después, y su voz, ayer, parecía una grabación de otro tiempo, no de ahora. Sucede con el caso Malaya, ahora que afronta su última fase en el juicio, igual que con algunas épocas del felipismo más oscuro: muy poco tiempo después de que todo salte por los aires, el mero recuerdo de sus protagonistas provoca una sensación extraña en todos nosotros, porque parece mentira que esos personajes hayan podido existir en la rutina de todos los días. Un gobierno local de corruptos que, con el apoyo mayoritario de la ciudadanía, comenzó embarcando a las prostitutas en autobuses para mandarlas lejos; que, a cambio de comisiones millonarias, recalificaba los terrenos a su antojo, ya fueran «azules, verdes o amarillos», como decían entonces; que se pavoneaba, que se mofaba en los periódicos y las radios del ‘imperio amigo’ de todos los que lo acusaban; que gozaba de inmunidad política y judicial. Todo eso fue posible en Marbella durante un decenio y, volver a oír ahora aquellas voces, produce el desconcierto de una pesadilla, el sobresalto de no entender cómo fue posible, cómo tanta gente llegó a pensar que todo aquello, grosero y descarado, formaba parte de la normalidad democrática. La última fase del caso Malaya llega desde otro mundo; nos devuelve a esta orilla de la crisis los fantasmas del buque naufragado en la época dorada del pelotazo.

La alcaldesa de Marbella, aquella mujer que llegó al Consistorio desde las asociaciones vecinales, rociera y dicharachera, fue la que mejor definió el concepto de la adaptación en política cuando, ante las primeras exigencias de legalidad urbanística, soltó aquello de que «si Chaves quiere que le demos un giro de 180 grados al Ayuntamiento de Marbella, yo le doy uno o dos, los que hagan falta». Todos los ingenuos podíamos pensar que la alcaldesa de entonces, la pobre, no sabía lo que decía, porque si el primer giro de 180 grados te coloca en el lado opuesto del que vienes, el segundo giro vuelve a colocarte en el mismo lugar del que procedes. Pero no era ingenuidad, no: ésa es la esencia de la frivolidad política, el laissez faire de quienes han amparado un desfalco como el marbellí; dejar hacer, dejar pasar hasta que el ambiente se hace irrespirable. Entonces, un concejal expulsado acude a la policía, un secretario indignado cuenta todo lo que ha visto pasar por su mesa de despacho y un empresario extorsionado cuenta las comisiones y los favores que ha tenido que pagar.

«Se ha dicho de mí que soy rociera y ni siquiera voy a El Rocío. A mí lo que me gusta a rabiar son los boleros, más que la canción española. Fíjese lo que le digo». En su primera entrevista en este periódico, Marisol Yagüe sacó sus esencias más románticas, aunque luego explicó que, de verdad, por quien cantaba muy bien era por Juanita Reina y por Conchita Piquer. En aquel tiempo creo que hasta llegué a imaginarla en la Alcaldía, con su bata de cola, frente a la mesa de despacho. Los convenios urbanísticos a una parte, el radiocasete en el otro. «La gente no va por ahí haciendo regalos sin ton ni son», declaró ayer ante el tribunal Marisol Yagüe, otra vez sublime en su simplicidad. Y que lo diga. De hecho, ésa es la esencia del tráfico de influencias. Marisol ha vuelto. Sin ton ni son.

Etiquetas: ,