El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

21 abril 2011

Deriva atea



Sé de muchas personas sensatas y razonables en España, nada de mojigatos y meapilas, que están preocupados por lo que ellos llaman la «deriva atea» de la sociedad. Debe entenderse que cuando esta gente se muestra preocupada por esos comportamientos sociales no es porque les duela que la misa de doce del domingo tenga menos feligreses o porque las catequistas se desesperen clamando contra la frivolidad de las comuniones; no, cuando esta gente habla de ‘deriva atea’ no ponen el acento en la religión y ni siquiera en Dios, sino que lo que señalan es el inmenso conjunto de valores que representa la Iglesia Católica en occidente y que, al desaparecer, origina un vacío social que asusta.

Podemos detenernos, por ejemplo, en la última polémica provocada por la convocatoria de una procesión atea en Madrid, finalmente prohibida, que pensaba celebrarse en este Jueves Santo. Lo que menos sorprende de la convocatoria, porque eso lo sabemos desde hace tiempo, es que en este mundo quienes realmente no pueden vivir sin Dios son algunos ateos que se pasan el día justificando su descreimiento. Al tiempo de volverse un auténtico coñazo monotemático, incapaces de entender que es absurdo reivindicar lo que, según ellos, no existe. Pero eso, ya digo, se sospecha desde hace tiempo y es como una variante extrema de la fe de converso. No, no es eso. Lo que puede preocupar de polémicas como esa procesión atea es el activismo contra el diferente, la provocación contra el que no piensa igual, la intransigencia contra el adversario.

El ateísmo, en ese tipo de personas, es una expresión más de un radicalismo ignaro que sólo sabe reivindicarse con la intolerancia y el sectarismo. No convocan una manifestación en Jueves Santo para defender unos principios, una idea, sino para combatir los principios y valores de los demás. Mucho mejor se entiende el agravante de la provocación en esos ateos cuando se detiene uno en aquellas personas que, a lo largo de la historia, han llegado al convencimiento de la no existencia de Dios mediante el estudio y la reflexión profunda, y exponen su convencimiento con absoluto respeto y consideración hacia los creyentes. San Manuel Bueno, mártir. Para qué explicar más: «que se consuelen de vivir, que crean lo que yo no he podido creer».

Cuando lo que profilera en una sociedad es el ateo provocador, hasta los ateos cultos y tolerantes deben sentirse agredidos. Porque no es la existencia o no de dios, ese debate tan antiguo como el hombre, lo que se pone de manifiesto, sino un problema mayor de la sociedad. Es el sectarismo del mediocre, la osadía del ignorante, la provocación de los radicales, la grosería de quien ha construido una ideología con tres consignas y dos pastiches. Es el fundamentalismo agresivo y la intolerancia de los que no creen en nada. Ni siquiera en el hombre.

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