El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

01 marzo 2011

El coleccionista



Como a Griñán lo ha mirado un tuerto, tampoco le salió bien lo que tenía preparado para la celebración del Día de Andalucía. Había soñado con una ceremonia de grandes nombres, un acto enraizado en la historia, en la grandeza de su partido, para sacudirse con un calambrazo de emociones el marasmo en el que está empantanado, el desasosiego de los suyos, la aureola de perdedor que adorna su cabeza de presidente, de nuevo líder. Lo tenía previsto así y la gran referencia de ese día, la gran sorpresa, el nombramiento de hijo predilecto de un grande de la Unión Europea se le cayó del cartel a última hora. Jacques Delors era el deseo, el objetivo, y tampoco eso le salió bien a Griñán. Tuvo que conformarse con la escenografía que ya estaba dispuesta, un cartelón monumental, en blanco y negro, en el que se fundían las estampas de la incorporación de España a la Unión Europea con las imágenes de la constitución del Parlamento andaluz y de aquellas manifestaciones esperanzadas que convulsionaron la España autonómica en 1982. Ni siquiera en los periódicos del día festivo pudo encontrar Griñán el más leve soplo de aliento: cuatro encuestas simultáneas, alineadas como un nido de ametralladoras, le estampaban en la chaqueta gris los borrones del declive imparable de sus expectativas electorales. Y lo que no eran encuestas adversas, eran noticias de corrupción. O sea, una pesadilla.

Ajeno a todo estaba Alfonso Guerra. Qué tipo. A poco estuvo de superar a Unamuno: «Gracias por esta condecoración que tanto merezco». Tiene razón Alfonso Guerra cuando asegura que él no es partidario de elogios y alabanzas; no los necesita, ya se encarga él. En su discurso, mostró al personal cómo se reflejan en su cara la alegría de miles de andaluces «humildes» que saltan de alegría por su distinción; se echó la historia a las espaldas, la de España y la de Andalucía, sin el más mínimo temor por que alguien recordara que hizo todo lo posible por recortar la autonomía andaluza; y en la dedicatoria, se recreó en el episodio más cutre y oscuro de su trayectoria política: «a mis doce hermanos».

Luego del discurso, Guerra se fue a San Telmo, al ágape de austeridad que había dispuesto Griñán para inaugurar aquel palacio de ostentaciones pasadas y presentes. La radio entrevistaba a algunos invitados y fue entonces cuando a uno de ellos se le oyó decir: «Yo soy coleccionista de ex. Ex consejero, ex concejal, ex diputado, ex director general…» Queriendo ser ingenioso, acabó retratando el día. El trasiego de invitados tenía el toque decadente de los últimos días, del final de una era. Coleccionistas de ex en los que el vigor, la pujanza, se quedó en aquellos cuadros enormes que ahora lucen en blanco y negro. Lo significativo aquí es el abismo entre esa historia y el presente; entre el pasado del PSOE de Andalucía y su presente plagado de decadencia, entre la irrelevancia de muchos de sus dirigentes actuales y la pujanza de los de entonces. Y, sobre todo, entre la historia de Andalucía y este presente incierto, desnortado. Alguien dijo, al hablar de la grandiosidad del decorado, que «esta escenografía nos recuerda que Andalucía sigue estando en primera línea». Ya ven, es la sublimación del decorado, apariencia. Pero el Día de Andalucía fue ayer. Hoy, Andalucía ha vuelto a amanecer a su realidad. Como un coleccionista más que rebusca grandezas en su historia.

Etiquetas: ,