El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

08 marzo 2011

Corrupción troncal



Ahora ya nos cuesta menos trabajo entender por qué Andalucía no ha podido salir de la cola de todas las estadísticas en los últimos treinta años. Ahora, al trasluz de esta red de fraudes, infracciones y corruptelas, es más fácil averiguar cómo ha sido imposible cambiar las cosas, lo esencial, a pesar del caudal inmenso de ayudas millonarias europeas que han llegado a Andalucía para salir del subdesarrollo. Ahora, al observar las políticas viciadas de sectarismo y de intereses partidarios, es más fácil comprender por qué todos los planes de empleo, todos los conciertos económicos, todas las concertaciones sociales, se llenaban de dinero y se quedaban en nada. Ahora, al contemplar la trastienda de las políticas de Empleo de la Junta de Andalucía, se adivina con facilidad por qué se buscaban excusas al crecimiento imparable del desempleo, por qué se enmascaraba con defectos estructurales la imposibilidad de esta tierra de abandonar su postergación.

Pero no, no era la falta de dinero en los presupuestos la que ha impedido el desarrollo. Ni la percepción labrada durante años de que Andalucía estaba condenada a soportar una mayor tasa de desempleo por la peculiaridad de su gente, por las carencias de la historia, por el crecimiento demográfico o por el agravio con otras tierras mejor tratadas, privilegiadas. Todo eso, que existe, que subyace en esta realidad de paro y de falta de horizonte, no es razón suficiente para explicarnos lo ocurrido, el estancamiento, porque todo eso podría haberse cambiado. La ecuación aquí es más sencilla: la existencia de un partido, atrincherado en una autonomía, que ha destinado todos los recursos de los que ha dispuesto para perpetuarse como poder. La hegemonía política se ha antepuesto al desarrollo de la sociedad. No hay más. Por eso, cuando miramos hacia atrás, contemplamos con nitidez que el único gran objetivo que ha conseguido la autonomía andaluza ha sido aquel que interesaba al PSOE como partido político, su hegemonía electoral, mientras que la sociedad sigue sentada al pie de la escalera.

Desde los expedientes de regulación de empleo a las subvenciones a la creación de puestos de trabajo. El fomento, la formación o la prejubilación. Todas esas políticas aparecen hoy ensartadas, infectadas, por el mismo modelo viciado de gobierno. Como esos ‘cursos de formación’, el paraíso de los nuevos ricos de Andalucía, empresarios y especuladores, oportunistas y aprovechados, que han hecho una fortuna con la gestión de esos fondos que les van cayendo como el maná de los privilegiados.

La misma estrategia política que implantó aquí la ‘cultura de la subvención’ fue la que degeneró luego en esta ‘cultura de la prejubilación’, que es la victoria de la chapuza, del descontrol y el despilfarro. La primera prejubilada de esta trama se llama Andalucía. Y el problema ahora no es que haya tardado tanto tiempo en estallar el escándalo, el problema fundamental llega cuando se intenta calcular el tiempo perdido y los años que nos costará salir de este sopor y de esta inercia.

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