El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

02 marzo 2011

La Peste



Cuando aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad, todo el mundo observaba el fenómeno como una excentricidad de la naturaleza. Sucede a menudo, pensamos en lo que nos rodea como algo ajeno, como si nosotros no formásemos parte del entorno. De hecho, al principio, quizá sería ésta la idea más repudiada: afirmar en voz alta que, en realidad, somos entorno y que todo eso que vemos ante nosotros nos afecta de la misma forma. El primer aldabonazo de la realidad es siempre apocalíptico. El padre Paneloux brama desde el púlpito: “Si hoy la peste os atañe a vosotros es que os ha llegado el momento de reflexionar. Durante harto tiempo este mundo ha transigido con el mal, durante harto tiempo ha descansado en la misericordia divina. Todo estaba permitido: el arrepentimiento lo arreglaba todo. ¡Pues bien! Esto no podía durar. Dios, cansado de esperar, decepcionado en su eterna esperanza, ha apartado de ellos su mirada”.

Luego de pronunciar aquellas palabras graves, los ciudadanos abandonan la iglesia asombrados, agobiados de su propia ceguera que les había mantenido en la inopia pese a la propagación imparable y vertiginosa del virus. Y el sermón, que estaba diseñado para traerles esperanza, no les traía esta vez más que desconsuelo. Por primera vez se sentían solos. La soledad impuesta, que es la única capaz de abatir al hombre. También le ocurrió al doctor Rieux. “La palabra ‘peste’ acababa de ser pronunciada por primera vez. En este punto de la narración que deja Bernard Rieux detrás de una ventana se permitirá al narrador que justifique la incertidumbre y la sorpresa del doctor puesto que, con pequeños matices, su reacción fue la misma que la de la mayor parte de los ciudadanos. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño, son los hombres los que pasan”.

Llegarán luego semanas de abatimiento y de derrota. También de confusión y de desconfianza. El suelo de todo, el primer consuelo, lo determinará la certeza inexplicable de que las desgracias suponen para el hombre la fuente primera, virginal, de la que manan los únicos valores que deben imperar; los valores que se habían olvidado. “Me avengo a ser lo que soy, he conseguido llegar a la modestia. Sé únicamente que en este mundo hay plagas y víctimas y que hay que negarse tanto como a uno le sea posible a estar con las plagas. Esto puede que le parezca un poco simple, y yo no sé si es simple verdaderamente, pero sé que es cierto”.

(En la sobremesa de cualquier comida, un dirigente socialista muestra espantado el declive electoral y las cifras de penetración social de la trama de los ERE. “En tres semanas, un setenta por ciento de los andaluces afirma que conoce el escándalo”. Es probable que nunca antes un fenómeno de corrupción haya tenido una repercusión más extensa e inmediata. Para ello han tenido que confluir algunos factores determinantes: la crisis, el paro galopante, y, planeando sobre todo ello, el cansancio y la soberbia del poder tras treinta años de gobierno ininterrumpido. A estas alturas del relato de la trama de los ERE, era inevitable el paralelismo con la novela sublime de Camus, metáfora de tantas cosas pero, sobre todo, metáfora de la estúpida idea de infalibilidad del hombre)

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