Síntesis
No lo supo ver Carlos Marx, pero sería injusto adjudicárselo sólo a las pifias del marxismo en sus vaticinios porque nunca nadie, ninguno de los pensadores de la historia, pudo imaginar tampoco un final así. Ni Marx ni nadie. Quizá porque lo que está ocurriendo era, sencillamente, impensable, incalculable, un giro inesperado e irónico de la historia. ¿Quién iba a pensar que, ante la mayor crisis del capitalismo, iba a ser la China comunista la que saliera al rescate de los mercados financieros internacionales? Nadie, claro, y, sin embargo, es lo que está ocurriendo. China, con su decisión de comprar miles de millones de euros de los maltrechos bonos de la deuda de Grecia, Portugal y España, se ha convertido en el principal factor externo de estabilización de la economía europea; la mejor noticia de los últimos tiempos para la superación de la crisis. Porque la implicación de China en la estabilidad europea beneficiará, no sólo a Europa, sino a todas las economías del mundo. Porque Europa es una de las piezas del engranaje, la más antigua y quizá la más renqueante, pero si algo hemos aprendido con esta crisis es que la interconexión de la economías, de los mercados, nos hace dependientes de lo que ocurra en cualquier lugar del mundo. De la misma forma que el estallido de las ‘hipotecas basura’ de Estados Unidos se convirtió en una crisis hipotecaria en todo el mundo, en este momento la estabilidad de Europa la contemplan los demás actores, Estados Unidos y China, como uno de los factores fundamentales para superar la crisis internacional.
Y ahí está China, la China comunista, con su discurso de capitalismo puro: «China es un inversor de largo plazo y responsable en el mercado de deuda español y no hemos reducido sino incrementado nuestras inversiones en bonos españoles. China seguirá atento a este mercado y seguirá comprando», proclama el Gobierno comunista. Sólo con la lógica de Hegel, podría asimilarse un fenómeno así: La tesis del capitalismo dio origen a la antítesis del comunista y, tras la confrontación de ambos, surge ahora esta antítesis en la que todo se mezcla en un nuevo modelo globalizado, sin nombres, ni apellidos ni creencias. Ya sólo quedan dos referencias que sirven para todos: la democracia y los mercados.
A ver qué dicen ahora los que, como el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, hace unas semanas en el Parlamento andaluz, culpaban del estancamiento de España en la crisis económica a la competencia desleal de las autoridades chinas, por tener una moneda devaluada, el yuan, que no está sometida a la rigidez del euro o del dólar. ¿Qué decir ahora, que el Gobierno ha implorado a China que compre deuda española?
Cada vez que bajamos la mirada desde esa realidad mundial a la realidad española o andaluza se produce una sensación grande de vértigo. Por este despropósito de despilfarrar tantos recursos, de dineros y de mentes, por la pesadez de los discursos provincianos, por la agitación cansina de los fantasmas de «la derecha ultraconservadora», «los fascistas», como se machaca a diario ahora que entramos en la agitación de otra campaña electoral. Ni Marx ni nadie pudo imaginar que, un día, un país comunista saldría al rescate del capitalismo maltrecho. Y ahora que está sucediendo, no nos enteramos... En fin. A ver si ese engrudo nos sirve, al menos, para ahuyentar a los pesados de la consigna y la pegatina.
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