El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

04 enero 2011

Nicotina



La desolación no se produce por la segunda vuelta de tuerca de la Ley Antitabaco, el giro definitivo, de garrote vil, que se le ha dado a la prohibición de fumar en cualquier local de España, público o privado, nocturno o diurno, decente o indecente, de absenta o de chupitos de melocotón. No, no surge de ahí la desolación, por muy explícitas que sean las provocaciones de esa plaga de lo políticamente correcto que recorre el mundo desarrollado y que ya amenaza con prohibir el tabaco en bloques enteros de pisos: ‘esta comunidad de vecinos apuesta por la sostenibilidad’… La desolación se produce al comprobar que va a ser ésta del tabaco la única ley que se cumple en España, la única ley que el personal acepta dócilmente y que las administraciones están dispuestas a salvaguardar a costa de cualquier recurso presupuestario. Es decir, con los problemas que tenemos, que esta ley se haya aprobado en España por unanimidad de todos los partidos políticos y que la sociedad la acepte sin rechistar, contando desde el sábado los minutos que faltaban para que entrase en vigor; que esto sea así, es un motivo grande para la desolación.

Me lo dijo el dueño de un bareto al poco de comenzar la restricción. ‘La gente ha llegado al bar y ha tirado el cigarrillo en la puerta, no hace falta ni poner carteles’. En el resto de bares y restaurantes, igual; se ha instalado definitivamente el miedo a señalarse en esta nueva dictadura de la moral sostenible. Sólo hay que repasar las denuncias que se han producido por las infracciones de la ley, la mayoría de ellas anecdóticas o insustanciales. Por eso, el paso siguiente a la entrada en vigor de la dichosa Ley antitabaco ha sido la promoción entre la gente de la delación, la denuncia anónima, el chivatazo y hasta la venganza. Denuncie usted a su vecino.

Pero, ¿por qué se limita la delación a la ley antitabaco? Desde la Constitución hacia abajo, los fraudes de ley en España se cuentan por cientos, porque no hay ley que se apruebe para cumplirla en su integridad, salvo ésta de la nicotina. ¿Por qué no comenzar la cadena de delaciones por los que defraudan a la Seguridad Social, ese ejercicio tan picaresco de cobrar el paro y trabajar? Y a partir de ahí, todos los abusos encadenados de subvenciones fraudulentas, desde el PER hasta las fundaciones de amigos que reciben ayudas millonarias. ¿Y en la administración pública? ¿No sería más efectiva la delación de los enchufados, los colocados, los miles que cobran un sueldo público sin darle un palo al agua? ¿Cuántos políticos utilizan un móvil que no pagan, una visa que no pagan o un coche oficial que no pagan para cuestiones personales? ¿Por qué no se persigue ese fraude de ley? Si se contabilizara el dinero que se emplea en esos otros fraudes ordinarios y aceptados, se llegaría pronto a la conclusión de que mata a más gente el despilfarro que no se invierte en mejores servicios públicos que el dichoso fumeque. Pero nada de eso nos irrita. Sólo la nicotina. De ahí la desolación.

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