El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

24 noviembre 2010

Jodidos



‘El Noticiero Universal’. Sólo con ese nombre ya podemos rastrear una época e imaginar a los personajes. Un diario vespertino de principios del siglo pasado, la redacción del periódico con flexos y ruidosas máquinas de escribir, oficinistas con manguitos y periodistas alborotados que entran y salen de la redacción, descuelgan teléfonos y apagan cigarrillos compulsivamente. Las noticias huelen a tinta y a nicotina, saben a ginebra barata y a tabernas de madrugada, tienen el sonido de un susurro, de una confidencia, y el tacto inconfundible del papel impreso. Así sería ‘El Noticiero Universal’, el periódico barcelonés en el que trabajaba el abuelo del escritor Sergio Vila-Sanjuán. En la novela publicada hace unos meses (‘Una heredera de Barcelona’. Destino) Vila-Sanjuán narra una anécdota prodigiosa sobre el talante de un periodista de raza que sabe que su labor será siempre la de estar frente al Gobierno; que la prensa libre jamás debe considerarse el cuarto poder, sino un tozudo y persistente contrapoder. Eso lo sabía bien el director de ‘El Noticiero Universal’ y, por eso, recibió a un joven periodista que se incorporó a la sección de los comentarios editoriales con una prueba definitiva:
–«El Gobierno es una porquería; dele usted forma a esta idea».

Pensaba que los italianos nos aventajaban en desconfianza hacia los gobiernos con su famoso ‘piove, porco governo’, pero esta anécdota tan temprana nos iguala en descreimiento social y hace justicia a dos pueblos que en su historia han tenido que padecer tantos malos gobernantes. Resulta, además, que la repulsión de oficio se mantiene como constante en todas las etapas, pero hay épocas en las que el sentimiento se agiganta. Ahora, por ejemplo, estamos en una de esas etapas. El otro día, camino de la redacción, me paré en un semáforo detrás de una hormigonera. Mientras daba vueltas y vueltas la enorme panza cargada de cemento, una pintada naranja se mantenía inmóvil en la chapa de la parte trasera: «¿Recuerdas el pleno empleo prometido por Zapatero?». Hay que estar muy cabreado, muy puteado con la canina del paro, para que un trabajador se suba un día a su propia hormigonera con un bote de pintura para lanzarle un salivazo al Gobierno.

Ese estado de cabreo contra el Gobierno, además, no es nuevo; se detecta en las reuniones más variopintas desde hace muchos meses. Le ocurre a Zapatero y le ocurre a Griñán, en menor medida porque el presidente andaluz es menos conocido entre los ciudadanos. Lo único que, quizá, le faltaba a Griñán para hacerse impopular del todo es este ‘decretazo’ con el que ha soliviantado a los funcionarios. Ya está dicho aquí que si las protestas de los funcionarios tienen trascendencia política no es sólo por la batalla gremial, sino porque han caído como una piedra en un estanque, agitando todas las aguas. Los funcionarios pitan, chillan, gritan, y el estado de cabreo se convulsiona, se suma en la protesta contra el Gobierno. Con la que tenemos encima, todo el mundo tiene razones para protestar, sólo faltaba que alguien prendiera la mecha.

«El Gobierno es una porquería; dele usted forma a esta idea». Como en las Facultades no se van a atrever con un ejercicio tan importante de realismo periodístico, será cuestión de ponerlo en práctica con las próximas promociones de becarios que lleguen al periódico.

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