El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

16 septiembre 2010

Inmovilidad



Hace unas semanas propuse sin éxito en el periódico un debate público en internet sobre el perímetro de la barriga del concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Sevilla. Si, ya sé, la idea es muy cafre y habrá quien diga que si el debate, en vez de sobre políticos, se realiza sobre el contorno de algunos periodistas, yo sería de los primeros en saltar a la arena. Vale, es verdad. Pero no es de gordura de lo que hablaba sino de imágenes, del valor de la imagen en política, de la importancia de la apariencia, del valor eterno de la representación física, palpable, de los ideales que se proclaman. Y a partir de ahí, se podría seguir hablando del engaño burdo y pomposo de todas esas delegaciones de movilidad sostenible de las ciudades y de sostenibilidad movible de las infraestructuras.

En eso, la foto en la que aparecía el concejal de Movilidad del Sevilla era muy esclarecedora porque todo el mundo se haría la misma pregunta: «¿Movilidad, dice usted, precisamente usted?» De hecho, con la foto delante, cualquiera podría identificar sin el más mínimo error a los protagonistas de la foto, sin haber pisado siquiera la capital andaluza. Aparecía un tipo orondo, en primer plano, con camisa de manga corta. A su lado, otro, que le informaba, con un puñado de papeles en la mano. A su alrededor, algunos más, delgaduchos, con su correspondiente peto amarillo de seguridad. Tras el perímetro del concejal de Movilidad podrían jugar al escondite varios de los obreros canijos que aparecían detrás. ¿Puede ofrecer esa imagen el concejal de Movilidad? Evidentemente no. Y hoy que es el Día (o la semana, no sé) de la Movilidad, uno se imagina al concejal de Sevilla dando lecciones en la radio de por qué hay que dejar el coche en casa para ir a pie a trabajar. O en bici. O en el insuficiente transporte público de las capitales andaluzas, a una distancia abismal de muchas ciudades europeas de igual tamaño.

No, no es movilidad lo que representa ese concejal sino todo lo contrario, la insoportable inmovilidad de la política. Una vez más, el problema no radica ya en que la clase política se haya instalado en un estatus de privilegios que nada tiene que ver con la realidad que gobiernan, sino que ya ni siquiera son capaces de apreciar la diferencia. Lo acabamos de ver otra vez con Chaves, ahora que vuelve, como una serpiente de mil cabezas, el caso de su hija en la empresa minera de Huelva. Cree el presidente que todo de lo que se le ha acusado con el caso Matsa no son más que «infamias» políticas y «montajes» periodísticos. Ya quisiera él. Todo es mucho más sencillo. La Ley de Incompatibilidades que él mismo promovió y aprobó cuando era presidente de la Junta de Andalucía señala que un cargo público no puede decidir sobre una subvención que afecte a algún familiar. Lo único que tenía que haber hecho Chaves es ausentarse del Consejo de Gobierno cuando se votó la subvención millonaria que se le concedió a la empresa en la que su hija trabajaba de apoderada. Y no lo hizo. Por ignorancia o por soberbia, pero no cumplió la ley. La infamia es ese despecho a la hora de hacer las cosas; el montaje es ese estatus de inmovilidad y privilegios en el que se haya este personal. Uno y otro, el concejal de la tripa y el vicepresidente del nepotismo, tienen que saber que gobernar debe ser, ante todo, dar ejemplo.

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