Desmesura
Hace ya mucho tiempo que los que viven del lince ibérico debieron reparar en sus excesos. Tendrían que haber meditado sobre el ridículo de los planteamientos, de las expresiones. En la proporcionalidad de las cosas se esconde uno de los secretos de la sabiduría y todo lo que toca al lince ibérico se ha desparramado hace tiempo por una pendiente de estulticia. Hay quien censura el empleo de uno o dos millones de euros anuales en los programas de protección del lince ibérico, pero no es eso. Por muy chocante que sea que, según algunas estimaciones, el cuidado de cada lince le pueda costar al Estado dos o tres mil euros mensuales. Esa cantidad, en el presupuesto milmillonario las administraciones públicas, sí es una gota de agua y lo que nadie puede discutir es que el lince ibérico es un felino, quizá el único del mundo, que está en peligro de extinción. No. El problema radica en haber convertido el lince ibérico en un peluche que ya sólo podrá vivir en una cuna de algodón y en símbolo de la frivolidad.
Por ejemplo. Corto y pego la noticia de uno de los partos de un lince. A ver: «La hembra de lince Esperanza, que dio a luz el sábado por la noche a dos cachorros en cautividad en Doñana, fue definida por los técnicos que la cuidan como ‘una madraza’. Con cuatro años, la nueva madre formó pareja con Garfio, macho de Sierra Morena, con quien copuló repetidas veces, aunque sin resultado positivo. Para los científicos, el comportamiento maternal de Esperanza ‘ha sido ejemplar desde el momento del parto, y mientras acicalaba y daba de mamar al primer cachorro parió un segundo, a quién rápidamente atendió y proporcionó cuidados’». Y otra más: «La lince Aliaga, una hembra de Andújar de tan sólo dos años a la que, tras haber copulado en 13 ocasiones con Cromo, no se le había podido diagnosticar con certeza la gestación, parió dos cachorros (macho y hembra) una semana antes de la fecha estimada de parto pero ambos linces no sobrevivieron. Los resultados macroscópicos de las necropsias practicadas a ambos cachorros revelan que la causa de la muerte en ambos casos tuvo un origen traumático asociado a un parto, presumiblemente distócico. En el caso del cachorro vivo se diagnosticó, además, un choque hipovolémico. A pesar de lo triste de este episodio, el equipo de cría evalúa esta experiencia como positiva por lo aprendido. Ahora se sabe con seguridad que Aliaga y Cromo son dos linces fértiles».
Que no es el lince, que no son reparos a la protección de una especie en peligro de extinción; se trata, al menos, de llamar la atención sobre la desmesura dialéctica en la que ha acabado instalando esta aventura. Sobre todo porque el exceso produce ya paradojas como la ocurrida este mes de agosto, cuando supimos que los linces padecían una enfermedad renal. Por esa enfermedad, en Doñana se convocó una ‘cumbre científica’, un grupo de 24 expertos se concentró allí para ver qué pasaba. Al final, la conclusión ha sido que el problema renal se daba por «los suplementos alimenticios facilitados a estos felinos, bien por el efecto patógeno de alguno de sus contenidos o por la intensidad de las dosis que se facilitaban». La sobrealimentación los estaba matando.
No voy a comparar el cuidado de los linces con, por ejemplo, los inmigrantes que se hacinan durante meses en centros de reclusión miserables; ni siquiera hace falta. Quizá basta con recordar que el ser humano, cuando se observan estos desvaríos, también puede ser considerado una especie en extinción. La desmesura, señor, la desmesura.
Etiquetas: Medio Ambiente, Progresía, Sociedad
1 Comments:
O sea, que la lince Esperanza copuló con Garfio sin resultados positivos, pero así y todo parió a dos cachorros. ¡Pedazos de técnicos! Doy por bien empleado el dinero.
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