El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 septiembre 2010

Dulce de leche



El orador caminaba con torpeza hacia el atril, abrumado por el silencio repentino que se hizo cuando el presentador mencionó su nombre. Le pesaban las piernas al andar, como si caminara hacia el patíbulo. Al pasar por la mesa de Su Majestad el Rey, se volvió para inclinar levemente la cabeza. Nunca, en los cuarenta años de exilio, habría podido figurarse que llegaría este día: Franco muerto, la democracia restaurada en España y el Rey de todos los españoles de visita en Argentina. Y él, que en ese momento presidía la asociación de inmigrantes, era el responsable de pronunciar un discurso de bienvenida a Don Juan Carlos. Golpeó el micrófono con unos toquecitos para comprobar que estaba encendido, miró a su familia, otra vez al Rey, y comenzó a leer su discurso. Tan nervioso estaba, tanto le aisló el sonido de su voz amplificado por la megafonía, que muy pronto su cabeza se declaró independiente: aunque nadie lo supiera, en el atril había dos hombres, el que mecánicamente leía el discurso y el que pensaba en otras cosas mientras auscultaba los gestos del auditorio. De forma mecánica y meticulosa, leía cada folio y, con la yema de los dedos, lo colocaba suavemente al final del discurso. Lo que ocurrió después es fruto de esa abstracción. Llegó al final del discurso y, como estaba tan enfrascado en sus pensamientos paralelos, no reparó en que comenzó a leer otra vez los primeros folios del discurso. Cuando al fin se bajó del atril, el Rey le correspondió como un Borbón: «Me ha gustado tanto su discurso, que no me hubiera importado escucharlo por tercera vez». Los comensales, exiliados e inmigrantes españoles, sonrieron y acabaron sus postres de dulce de leche.

Algo parecido (la anécdota la contaba el general Fernández Campo) le debió ocurrir ayer a Javier Arenas en el Parlamento, que se le traspapelaron los discursos o que decidió recrearse, porque volvió a repetir el mismo de hace dos meses. Hasta los gestos para los fotógrafos eran idénticos. Para ser la primera sesión plenaria después de las vacaciones, no puede ser más decepcionante el comienzo del curso parlamentario. Griñán, relajado, no replicó como el Rey, pero casi: Hasta se permitió disculpar a Arenas ante el pleno, aludiendo al ‘poco tiempo’ que ha tenido para prepararlo por su lesión veraniega de rodilla.

Claro que, si es por repetición, tampoco Griñán puede señalar a nadie después de haber repetido mil veces la misma cantinela melosa de los brotes verdes de la economía y el liderazgo andaluz en la salida de la crisis. Por eso, bien mirado, el problema es mayor, trasciende de la sesión de ayer; el problema principal es el propio Parlamento andaluz. El problema es el de un modelo político periclitado. El problema es la parálisis de la autonomía. Y todo eso confluye en cada sesión plenaria. Como ayer. Espesura y reiteración. Quien haya probado alguna vez el dulce de leche, comprenderá la metáfora.

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