El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

27 septiembre 2010

Carta a Mr. S.



Era inevitable que hoy me acordara de ti. Por lo que dijiste, por lo que dijimos. Por aquella discusión que acabó en tormenta porque tú pensabas que yo no te entendía y yo decía que eras tú quien no lograba desprenderse de sus contradicciones. ¿Sabes una cosa? Lo peor de las tormentas es que cuando llega la calma ya estás solo y ya no eres capaz de explicarle nada al barro que queda en los pies tras el aguacero. Quizá por eso esta carta, Mr. S., porque ya ha pasado tiempo, ya el barro se ha secado, y ahora veo que los dos cometimos excesos. Es normal, es desolador, pero es así: hay conversaciones, como los textos que escribimos con la impotencia de no reflejar lo que sentimos, que nos gustaría que duraran siempre, que no se cerraran jamás, porque siempre se quiere añadir la última palabra, el último matiz, con la esperanza de que el otro te comprenda. Ya sé, eso sólo se produce cuando el otro te importa.

Déjame, si te parece, que te llames Míster, sólo Míster S., con la ‘s’ de silencio, la ‘s’ de secreto, la ‘s’ de sinceridad, pero también la ‘s’ de soledad. Te llamaré así, Míster S., porque sabes que nunca revelaré aquello que con tanta pasión me contaste. Hablábamos de política y tú, que vives desde hace años de la política, me dijiste que nadie puede imaginarse de verdad lo que se esconde tras la política, y empleabas la palabra ‘dureza’ para describir la permanencia en ese mundo; dureza como un valor de resistencia en ese submundo de celos, de rivalidad, de ansias de poder, pero también de privilegios, de dinero. Sí, Míster, de dinero, porque al final casi todo se reduce a eso, al dinero. Y yo, que desde hace años lo percibo, que sé desde hace años que las cañerías de la política, tan mitificadas por los políticos, lo que esconden son ambiciones y delirios personales, me revolvía para decirte que nadie puede participar en política sin, por acción o por omisión, participar de esa podredumbre. Que basta silenciar un acto de deshonestidad, de enriquecimiento ilegítimo, por obediencia a un partido, por lealtad a unas siglas, para formar parte del mismo marasmo de corrupción. Es la contradicción insalvable de disculpar aquello que como partido consideráis materia reservada.

Tú replicabas, Míster, que sólo desde la política se pueden cambiar los vicios de la política, que sólo desde dentro se pueden combatir las inmundicias; que la generalización arrolla a los muchos que sí creéis en el servicio público, a los que estáis en política a cambio de muchas horas de trabajo, a los que pensáis que el poder una herramienta de ayuda a los demás, para solucionar problemas; que la peor renuncia sería volver la cara y dejar la política en manos de quienes se aprovechan de ella.

Ha pasado el tiempo, Míster, tú sigues en política y yo, ya ves, mantengo la misma crítica a ese universo de privilegios, esa casta, esa nueva clase social que se perpetúa con la democracia. Por eso me he acordado hoy de ti, porque cuando he leído que hoy, en Málaga, comienza el juicio por el mayor caso de corrupción de España, he reparado en nuestra conversación y he concluido que a ese juicio no llegaremos nunca. El ‘caso Malaya’ es sólo un fragmento trufado de porquería rosa. El problema es que la corrupción forma parte de la política. Hablamos, discutimos, y hoy, enredado en el desconcierto, me llega el respiro de saber que, al menos, en ese submundo que detesto hay gente como tú. Quizá, Mr. S., por eso esta carta.

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