Dinero caca
A ver, un ejercicio leve de recreación política. Imaginen la siguiente escena porque con ese detalle ya tendrán claro lo que ocurrió ayer en el Debate del Estado de la Comunidad. Es la siguiente: Griñán, subido en la tribuna, anuncia que va a subirle los impuestos a las motos náuticas y el grupo socialista estalla en una ovación cerrada. Impresionante. El porcentaje de la recaudación de impuestos de las motos náuticas en el montante global en la recaudación andaluza debe ser insignificante y, por lo general, son de alquiler en las playas, junto a los hidropedales con resbaleta. Esa es la realidad, pero con lo elemental que se vuelve todo en esta forma de hacer política, la moto náutica se ve convertida de repente en un símbolo de riqueza, y los diputados socialistas aplaudían contentos, como si acabaran de expropiarle a un magnate el yate con letras de oro. Todo es así de elemental: Se aplauden las referencias al PER y los impuestos a las motos náuticas.
Como el impuesto de «las bolsas de plástico de un solo uso» (por cierto, una expresión que no se acaba de entender bien: las únicas bolsas que está acreditado que tienen un sólo uso son las de basura, no la de los supermercados. ¿Se refieren a esas?) Cuando el plúmbeo Griñán anunciaba en la tribuna del Parlamento lo de las bolsas, recordé una campaña de publicidad que se puso en marcha a finales del año pasado en algunas ciudades españolas. Todas las cabinas de teléfono y las marquesinas del bus estaban empapeladas con grandes carteles celestes que sólo decían «Bolsa caca». La doctrina buenista nunca había llegado en su paroxismo a un extremo como éste, nunca antes el lenguaje se había simplificado tanto y nunca antes se había considerado más estúpido al ciudadano. «Bolsa caca» de la misma forma que a los niños pequeños se les asusta para quitarles el chupete, «pipo caca».
A Griñán, en su andanada demagógica de ayer, sólo le faltó emplear esa estrategia para camuflar lo que se esconde en todo esto; que después de perpetrarse el mayor recorte de derechos sociales de la democracia española, Andalucía se apunta ahora a la mayor subida de impuestos de una autonomía contra las clases medias altas; la mayor agresión fiscal contra los profesionales cualificados que cometen el delito de ganar más de ochenta mil euros al año. ¿Son esos profesionales los nuevos ‘ricos’ para el PSOE? Hace unas semanas, a José Blanco le preguntaron eso mismo y él se apresuró a aclarar que cuando el PSOE hablaba de subidas de impuestos no afectaba a las clases medias, como profesores o médicos, «que ya han sufrido un ajuste de salario», sino a «quienes tengan más». «Nunca nadie habló de rentas más altas», remachó. ¿Y ahora, qué? ¿Otro cambio de opinión?
‘Dinero caca’, le faltó decir al plúmbeo Griñán, porque ése es el mensaje que se traslada. Cualquiera que en Andalucía se haya currado un despacho solvente, una consulta concurrida o un estudio prestigioso, cualquier emprendedor, en definitiva, pasa a formar parte, desde hoy, de esa clase despreciable e insolidaria de los ricos. Pero no, no se ataca a los ricos, se ataca a los emprendedores, se anatemiza a los profesionales que se han currado su prestigio. Todo es así de elemental: Se aplauden las referencias al PER y se ovacionan los impuestos a las motos náuticas.
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