Qué pensamos
Lo mejor de la conversación en la que pillaron hace unos días a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, no era el exabrupto sino la fidelidad con la que aquella conversación transmitía los dos vicios más antiguos de la política de partido: Cainismo y vasallaje; los navajazos de los compañeros de partido y la renuncia expresa al criterio propio. Y se ha hablado mucho de lo primero, del tratamiento cervantino de la rivalidad interna en un partido político, ‘oh, qué hideputa y que rejo debe tener la bellaca’, y de la metáfora que componía aquella mujer vestida de peregrina, con su abrigo marrón oscuro, su bastón para el camino y su concha de Santiago al pecho, mientras maldecía en arameo por lo bajini. También se ha destacado la increíble estupidez de beneficiar a un adversario político, no porque se busca el pluralismo o el consenso, sino, sobre todo, para joder a un compañero de partido. Todo eso se ha destacado, sí, pero ha quedado colgada una frase, al final de la conversación, que tiene tanto valor como lo primero. Es cuando Aguirre y su vicepresidente hablan de los planes para ‘tomar’ la Cámara de Comercio madrileña. Surgen algunos nombres, algunas jugadas previstas, y ante el detalle de uno de esos cambios, la presidenta se pregunta: «Y nosotros, ¿qué pensamos de eso?». Eso es extraordinario. Qué pensamos, que es el eufemismo político de «qué tengo que decir cuando me pregunten», «qué tengo que opinar cuando me entrevisten». No hay un verbo que se prostituya más que el verbo pensar en esta frase: «Y nosotros, ¿qué pensamos de eso?»
Pueden estar seguros de que cuando un político rehúye una pregunta durante una rueda de prensa o en una entrevista es sólo porque esa mañana no le ha llegado a tiempo el argumentario del partido en el que se le indica qué tiene que pensar sobre esa materia. O porque el argumentario del partido señala eso: que de ese asunto no hay que pensar. Y ya le pueden poner delante de las narices la evidencia del motivo de la controversia, que seguirá respondiendo igual. En eso, aunque todos los partidos hacen sus argumentarios, el que mejor lo pone en práctica es el PSOE, que para eso es pionero en España en estas técnicas de comunicación.
Ayer, por ejemplo, era imposible encontrar una sola declaración sobre el paro que se saliera de la misma literalidad. ¿Sube el paro en España? «Los meses de enero son históricamente malos, pero este mes de enero es mejor que el de 2008». ¿Sube el paro en Andalucía? «Es un dato malo, lo son todos los meses de enero, pero en desempleo en Andalucía crece menos que en otras partes de España». Así, hasta que el debate se agote, consumido en su propia reiteración. Debate zanjado.
Ocurre, sin embargo, que hartos de oír la misma retahíla y de que los problemas sigan empeorando, lo que se resiente es el crédito político. Fíjense si no, por mucho que se repita que en España las reformas económicas son las mismas que se han puesto en práctica en Europa, lo que está ocurriendo en Alemania. A los cien días de revalidar su victoria en las urnas, Angela Merkel arrasa en las encuestas. En tres meses ha puesto en marcha una gran rebaja fiscal que ha hecho que los alemanes tengan en enero una nómina más alta y que las pymes y los autónomos trabajen con más margen. Los padres pagan menos por las guarderías y se ha subido las ayudas por cada hijo (184 euros por cada niño y, a partir del tercero, 190 y 215 euros al mes). El paro se ha quedado allí en el ocho y medio por ciento. ¿Se aprecia la diferencia?
Etiquetas: Partido Popular, Política, PSOE
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