El silencio
“No quieren que se convierta en un circo, y lo primero que van a hacer es poner una carpa”. La mala follá granaía es un viento inesperado capaz de arrasar de un soplo el estado de ánimo más sólido. Puede congelar al instante la euforia o la esperanza y tumbar el proyecto mejor labrado, ridiculizarlo o humillarlo. La mala follá es un hachazo seco, una seña de identidad de Granada que si se identifica a sí misma con el nombre de ‘mala follá’, ya podemos calcular lo que pude hacer con el resto. Ayer, por ejemplo, cuando se anunciaba la apertura de la fosa de Lorca, fue cuando oí a un tipo de Granada decir lo de antes: “No quieren que se convierta en un circo, y lo primero que van a hacer es poner una carpa”.
Se refería, claro, a la carpa con la que la Junta de Andalucía quiere preservar de fotógrafos y curiosos las excavaciones que comienzan a partir de hoy en aquella fosa común que, se quiera o no, es distinta a todas las demás, las cientos o miles que habrá repartidas por España, por una sola razón: Federico García Lorca. Conviene reseñar esta obviedad porque la primera controversia surge al intentar considerarla como una fosa más. No es así, nunca ha sido así, ni ahora ni durante la dictadura, y, por tanto, es inevitable que aquello adquiera una dimensión extraordinaria en los medios de comunicación. Algunos lo llamarán ‘circo mediático’.
Es verdad, como sostienen muchos, que la notoriedad pública de Lorca, incluso la negativa de la familia del poeta a desenterrar sus restos, no puede anteponerse al derecho de otras familias a desenterrar a sus muertos. Desde el estricto punto de vista de un Estado de Derecho no hay más verdad que la de que las leyes están para cumplirlas, incluida la de Memoria Histórica; que los derechos están para ejercerlos y reivindicarlos y que nadie está por encima o al margen de la ley. Todo eso no se discute, no, ni se critica a la consejera de Justicia por este empeño suyo en hacer cumplir la ley; no es eso, el problema es anterior, es haber llegado hasta este punto, la carpa, las palas y los fotógrafos apostados en los alrededores intentando captar una imagen.
El error esencial ha sido convertir la excavación de las fosas del franquismo en una especie de ‘Plan E’ contra la crisis ideológica, como si en las zanjas buscara el clavo ardiente de una derecha cerril y cavernaria que retroalimente un discurso gastado de trincheras. El error principal ha sido pensar que la excavación de las fosas era la única forma de rescatar la memoria de aquellos que fueron fusilados, masacrados, como si el mayor homenaje a esa pobre gente no fuera la dignificación de aquellos lugares, camposantos de la libertad, de la dignidad, del orgullo y las ideas por las que fueron asesinados. Un monolito con la inscripción de los nombres de las personas que se calcula que fueron fusiladas junto a la tapia de un cementerio es un homenaje mayor, más sencillo, menos controvertido, que la excavación de las fosas ochenta años después. Sin carpa ni palas. En Alfacar, un solo poema de Lorca bastaría para que las generaciones venideras agachen la cabeza y cierren los ojos soñando que nunca más se repita la barbarie. “Oye, hijo mío, el silencio./ Es un silencio ondulado,/ un silencio,/ donde resbalan valles y ecos/ y que inclina las frentes/ hacia el suelo”.
Etiquetas: Memoria Histórica
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