El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

09 octubre 2009

Tolerante Obama


Quiso Obama poner de ejemplo a Córdoba como símbolo de su utopía para el mundo, y le han llovido las invitaciones para que, en su visita a España de mayo próximo, visite Andalucía; para que el air force one, símbolo del imperio como el águila de cabeza blanca de su escudo, se pose con las alas desplegadas en este crisol de la antigua Al Andalus, que diría un poeta carcomido por los tópicos. En Granada, lo han invitado para que contemple la puesta de sol, como Bill Clinton; en Córdoba, en cambio, el gobierno de Izquierda Unida le ha escrito de inmediato «para que compruebe in situ cómo Córdoba, en la actualidad, sigue apostando por la tolerancia».

Desde que en la guerra de Irak se cayó el mito del espionaje norteamericano –la historia de Hollywood se desmorona con la pifia aquella, que tanto le costó al mundo–, no vamos a sorprendernos al descubrir flancos de vulgaridad en los ídolos americanos, sobre todo si, como es el caso, se refieren a la percepción que tienen en USA de España y de Andalucía, que no ha logrado desprenderse el halo mágico de los ‘Cuentos de la Alhambra’. Todo eso, el mundo de Washington Irving y la idealización de Al Andalus, no tiene nada que ver ni con el presente ni con la historia, pero ya que se repite tanto y hasta Obama lo hace suyo, lo que uno llega a plantearse es si hacemos bien en desmentirlo.

Quiere decirse que si el mito pudiera convivir con la verdad, uno se apuntaría a esa quimera como utopía, con mecanismos mentales similares a la religión. Lo que ocurre es que quienes mantienen ese discurso del Al Andalus de la convivencia pacífica entre musulmanes, cristianos y judíos, se instalan al instante en la intransigencia y la condena. Y la historia, la investigación, pasa a ser una actividad proscrita, maldita. Si Obama, por ejemplo, visita Córdoba, le mostrarán la estatua de Maimónides, como símbolo de aquella cultura de la tolerancia y respeto. Pero si alguien se atreve a añadir que, en realidad, Maimónides fue condenado por su fe judía, obligado a islamizarse, que se fugó a Egipto y lo condenaron a muerte por apostasía (muerte de la que se salvó), si alguien detalla esa historia ante Obama, será tachado de fascista o reaccionario.

La tolerancia forma parte de la naturaleza humana como el odio, la venganza y el egoísmo. Tiene que saberlo bien Obama, que está sufriendo estos días en su país una campaña de odio infame y salvaje que llega a extremos estremecedores, como la encuesta que hace unos días se colgó en Facebook en la que se le preguntaba a los internautas si Obama debía ser asesinado. Pero por dislocada que esté la sociedad actual, no ha habido ningún periodo en la historia que sea más tolerante que éste, con las democracias imperfectas de occidente. La paradoja de estos días es que en occidente se invoque la tolerancia como un defecto propio, de occidente, frente al mundo árabe. Y que se ofrezca, además, como remedio al fundamentalismo islámico, la peor amenaza que ha sufrido la humanidad tras el fascismo nazi, y quién sabe si será peor incluso que el delirio imperialista y genocida de Hitler. La Córdoba de la tolerancia no existió tal como se invoca; aceptémosla como leyenda. No más. Que si a Maimónides le dieran la oportunidad de reencarnarse, rezaría para nacer en una democracia occidental y jamás en una ciudad árabe. Porque otra vez, nueve siglos después, le volvería a pasar lo mismo.

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