El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

07 enero 2008

Trafalgar



El mar va escupiendo muertos con el ritmo de los días del año, como uvas de sangre. Seis días, seis muertos. Dos mil ocho se ha despertado con esa cadencia de cadáveres en Trafalgar. Ya van seis muertos, seis jóvenes marroquíes que naufragaron con su patera en la Nochevieja. Seis ahogados, seis mujeres y hombres sin nombre, tantos como los días del año. Cuando un año amanece así, enumerando los días con el último grito de esos jóvenes, el calendario pasa sin esperanza porque entre esas olas, cuando se llenan de muerte, sólo existe el atardecer.

Seis días, seis muertos. Las olas han ido enredando los cadáveres en las rocas del cabo de Trafalgar, a los pies del faro de aquel promontorio que la historia ha dejado para siempre con el sello de la derrota. Se hundieron allí, a pocas millas de este mismo cabo de Trafalgar, los delirios de grandeza del imperio español y francés como ahora se ahogan el orgullo y la dignidad de las sociedades desarrolladas. La grandeza de los estandartes de la armada española escondía la miseria de sus soldados, aquellos desdichados, reclutados entre los supervivientes de una epidemia de fiebre amarilla que azotaba Andalucía. «Llenamos los buques de una porción de ancianos, de achacosos, de enfermos e inútiles para la mar», escribían en sus diarios los generales de la armada española para vergüenza de decadente realeza española de Carlos IV.

En seis días de 2008, seis cadáveres han amanecido flotando junto al Faro de Trafalgar. La patera encalló y nadie sabe cuántos perecieron ahogados y cuántos lograron alcanzar la orilla. Lo único que sabemos es que ese rosario de muertos de la inmigración vuelve a convertir Trafalgar en el escenario de una nueva derrota histórica; en metáfora, doscientos años después, de los delirios de grandeza de un monarca, el marroquí, que entretiene a su plebe con batallas territoriales mientras se llenan las pateras de desdichados. Cada muerto en el Estrecho es un aldabonazo en la conciencia del mundo desarrollado, sí, porque no puede llamarse civilización a ninguna sociedad que mire para otro lado ante este drama. Pero, junto a las contradicciones de este mundo rico, Trafalgar es el espejo sangriento en el que se reflejan las mentiras de Mohamed VI, la viciada estrategia de tapar el hambre con banderas patrióticas, de ocultar la falta de libertades con agravios territoriales.

España y Marruecos han solucionado en estos primeros días del nuevo año sus problemas diplomáticos. El ministro Moratinos ha entregado una carta de Zapatero al monarca alauí pidiéndole la vuelta a Madrid del embajador de Marruecos, y Mohamed VI ha aceptado. Nadie sabe qué decía la carta, pero seguro que ni una línea sola hablaba de este rosario de muertos. Seis días, seis muertos. El mar va escupiendo sus cuerpos desde la Nochevieja como el tañido triste de campanas de entierro.

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1 Comments:

At 08 enero, 2008 11:56, Blogger Lopera in the nest said...

Javier, 0 Comentarios!. La verdad es que hay poco que comentar. Gente que se nos muere aquí. Los cadáveres de acumulan y no se pueden hacer comentarios. Hoy he oido en la radio a una Ministra de apellido "catalanizado" que la Iglesia es "culpable" de no sé que, relacionado con Africa y con la utilización de condones. No me enteré muy bien, era muy temprano. Pero si a quién culpaba esta Ministra de apellido catalanizado, y lo hacía de forma suave, con cierta dignidad, y aún con las neuronas no conectadas del todo me dije a mi mismo: y esta porqué no se calla! (yo imitando al Rey!). Esta Sra. no sabe que hay momentos para no hacer comentarios, como en este post!.
Gracias por recordarnos de vez en cuando quienes somos y donde estamos.

 

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