El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 agosto 2007

En paz


La mañana perdió su anchura. Pensaba qué escribiría Umbral, qué diría de una mañana de agosto dispuesta por la muerte para ser la única protagonista; un día de sol que la muerte hilvana con sus sombras y compone un retablo de desgracias. Pensaba qué diría de este día que amaneció con familias enteras lamentando la muerte de una actriz que se había hecho entrañable en los hogares; que diría al ver que, muy poco después, todo se solapa con la muerte del mejor columnista de la prensa española. Y cuando no se habían agotado las palabras de consuelo, estalla el corazón de un futbolista al que todo el mundo vio desplomarse en el césped.
Pensaba en Umbral, qué escribiría de ese día en el que el verano se quiere despedir y lo asalta de repente una sombra de muertes. «La mañana perdió su anchura», lo escribió Umbral a la muerte de su hijo. Y ayer, al abrir su novela por cualquier parte, buscando una respuesta a esa fatalidad de día, apareció repentina esa frase. Es lo que ocurrió, sí, que la mañana, vacacional, alegre y despreocupada, perdió su anchura, su anchura de felicidad efímera. «Las uvas doradas», que fueron las tres palabras que Umbral dejó de testamento. Como aquellas otras que Machado se guardó en el bolsillo antes de morir en Collioure, «Estos días azules y este sol de la infancia».
Pensaba en Umbral y en las lágrimas de tantos aficionados que ayer deambulaban por Sevilla sin rumbo fijo, sin saber a dónde ir porque la muerte de un ídolo nos hace sucumbir en una desolación extraña, en una angustia que no sabe expresarse. Nos atraviesa el dolor hondo de un ser querido ante la muerte de un famoso al que sólo veíamos de lejos, en las fotos, en el campo.
Por eso las velas rojas en todos los rincones, y un aficionado, en cuclillas, llorando solo frente a las taquillas cerradas del estadio de fútbol. ‘Sevillista seré hasta la muerte, sevillista seré en tu muerte’.

Pensaba en Umbral, en el giro poético de su novela porque no hay nada rosa en la muerte. El consuelo que buscamos tampoco era su consuelo. «Dios no me ha tomado nunca en serio. No es una cuestión de fe o de falta de fe. Es una cuestión de pluma», escribió Umbral para justificar a continuación que su pluma no era mística, que la suya estaba pegada a la verdad y a los días. «Estoy anclado en la realidad, condenado a la verdad, sujeto a la vida. Soy un piso un piso interior que sólo da a traspatios cotidianos». Quizá por eso sólo encontró la paz en el vaivén de la mecedora en la que acunaba a su hijo. «La paz no era una cosa para leerla en los libros. La paz era viajar en una mecedora cabalgado por un niño que habla dormido. En el vaivén de la mecedora se va trazando una vida, un fracaso, una resignación, una distancia, un miedo, una soledad, una cobardía, un amor. Qué manera tan dulce e insospechada de renunciar».

Pensaba en Umbral y abrí su libro. Sentí el vaivén de una mecedora vacía. Es la paz que habrán encontrado y nuestra única esperanza.

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2 Comments:

At 29 agosto, 2007 10:05, Blogger Fernando Solera said...

Emotivo y sentido homenaje a Francisco Umbral. Hermosas palabras a las que me sumo, Javier. En la sección digital de tu periódico llamada Ciudadano M, me han permitido escribir unas líneas sobre el mejor columnista español. Donde quiera que esté, espero que disfrute del cariño que le tenemos sus lectores.

Un saludo

 
At 29 agosto, 2007 20:26, Blogger Salvador said...

Gran perdida para España, un autor literario consagrado como Francisco Umbral y un joven futbolista con un futuro más que prometedor nos dejan. Los dos murieron con las botas puestas.

Permítanme la licencia de dejar aquí mi homenaje personal al mas joven.

http://salvador-el-alcala.blogspot.com/2007/08/todo-pasa-y-todo-queda-antonio-machado.html

 

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