El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

14 agosto 2007

Vinagres


Dice Antonio Romero que Chaves «tiene menos fuerza que el vinagre de higos». Antonio Romero sólo alcanza la pureza en verano, en agosto, cuando se va a Humilladero y se pone a repasar la actualidad política al amanecer, caminando por veredas secas que se despiertan oliendo a jara. Romero coge sus galgos y se echa al campo, a rebuscar titulares igual que sus vecinos salen a rebuscar espárragos en invierno. Luego, de regreso a casa, empapa con aceite una rebana de pan y, cuando los demás se levantan, él ya tiene el trabajo hecho, que para eso es el político que se queda de guardia en la autonomía andaluza todos los veranos.

Esto de asociar el vinagre con Chaves da para una tesis de la política española, porque es verdad que está la cosa avinagrada y porque podríamos comenzar a catalogar al personal por su acritud. Este es agrio como el vinagre de manzana; éste es fuerte como el vinagre de arroz; este otro es vaporoso, como el vinagre balsámico. Los nacionalistas habrán de ser provincianos, como el vinagre de sidra, y lo que siempre nos faltarán serán discursos universales, como el vinagre de Jerez o de Sanlúcar.

La lista la ha comenzado Antonio Romero con un vinagre desconocido, el vinagre de higos, y lo asocia al presidente de la Junta de Andalucía. Vinagre de higos es como un vinagre equivocado, trabucado, inexistente.

Pero es verdad que existe el vinagre de higos (una rareza elitista, como el vinagre de manzana con miel), y si Romero lo asocia al presidente Chaves no es por su singularidad, sino por sus características organolépticas: Es flojo, inconsistente. Si fuera por su peculiaridad, Romero habría dicho que Chaves es más raro que el vinagre de higos, pero no se refiere a eso, sino a lo endeble. Y es verdad que Chaves es así, la envidia de los presidentes autonómicos cuando llega al despacho recién peinado a las once de la mañana, después de una buena sesión de gimnasio. El control absoluto, hegemónico, de una región tiene esas cosas, que el presidente acaba convirtiéndose en vinagre de higos. Un vinagre por obligación, digamos.

Romero sólo se equivoca cuando deduce la flojera de Chaves de su escasa capacidad de influencia en el Gobierno de Zapatero. No es así. Lo que Romero ve en Chaves es la sumisión del presidente andaluz con el Gobierno de la nación cuando es socialista. Siempre ha sido así. Ahora toca vinagre de higos, como antes, con Aznar, tocaba vinagre de hiel.

En fin, vinagres. Antonio Romero, el ciudadano Romero, alcanza la pureza, su ideal republicano, cuando hace política en agosto, lejos del despacho de la Mesa del Parlamento, que siempre será un sillón prestado, impostado. Se levanta de madrugada y rebusca titulares con los galgos. Cuando ha amanecido, aún le queda tiempo para mandarle a Raúl del Pozo a Marbella unas botellas de aceite de oliva a cambio de que le regale en sus columnas sueños comunistas.

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2 Comments:

At 14 agosto, 2007 21:53, Blogger Enrique Baltanás said...

Pedazo de artículo, maestro. Y nada avinagrado.

 
At 15 agosto, 2007 23:52, Blogger Javier Caraballo said...

Gracias, querido Enrique. Un honor.

 

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