Delirios
Fue Antonio Muñoz Molina quien, hace un par de meses, concluyó que la dificultad para explicar la política española en el extranjero radica en que está completamente contaminada de delirios. Enfrentamientos continuos entre los dirigentes políticos, desbordados, desmesurados y radicales, sin otro sustento en la realidad que la necesidad de deteriorar al rival. Aquí te pillo, aquí te zumbo, que el deterioro es más urgente que la verdad. «La actualidad no trata de las cosas que ocurren, sino de las palabras que dicen los políticos, de los cuales no se conoce apenas otra cosa que sus exabruptos verbales», razonaba Muñoz Molina en su perplejidad del granadino que mira a España desde Manhattan.
La deriva de la política española es tan preocupante que ni siquiera en ese cruce permanente de descalificaciones existe la más mínima originalidad intelectual, sino que todo se limita a la repetición mecánica del argumentario que, a diario, les traslada el partido. Todos con el mismo discurso, los mismos giros dialécticos, las mismas referencias. Abolido el trámite de pensar por sí mismos, lo que viene a continuación es la aceptación del sectarismo, de la verdad mutilada o de la mentira como moneda común del ejercicio de la política. De ahí ese delirio supremo al contemplar que la realidad camina por un sendero y el debate político va por otro; la razón va por un camino y el discurso político, por otro.
Detengámonos, por ejemplo, en esta última controversia surgida por los recursos planteados contra el Estatuto andaluz. Lo que importa no es lo que pueda haber de razón y de justicia en las protestas contra la exigencia de la Junta de Andalucía de asumir la competencia exclusiva del Guadalquivir, ignorando a las autonomías vecinas. Tampoco si es verdad que se rompe la solidaridad cuando dos autonomías incluyen en sus Estatutos las inversiones que deben llegarle del Estado, sin tener en cuenta las necesidades de las demás. ¿Quién habló de solidaridad?
Nada de eso importa porque lo único trascendente es a qué partido político pertenece el que plantea el recurso. Cuando fue su compañero Rodríguez Ibarra quien anunció que impugnaba el Estatuto andaluz, el presidente Chaves afirmó: «Está en su perfecto derecho si cree que el Estatuto le perjudica». Cuando ha sido Francisco Camps quien ha planteado el recurso, el discurso cambia: «Demuestra la falta de sensibilidad del PP con Andalucía, una tierra en la que no creen».
¿Y al revés, y Javier Arenas? Pues eso, Arenas, al revés. A Ibarra le reprochó que recurriera el Estatuto andaluz en vez de recurrir el de Cataluña, pero ahora no dice lo mismo de su compañero Camps, que tampoco ha recurrido el Estatuto catalán y sí el andaluz.
‘Delirios’ dice Muñoz Molina que es el virus que contamina la política española. Perplejidad y hastío es el sarpullido que provoca en el personal. A dónde se fue la razón.
Etiquetas: Andalucía, Autonomías, Estatuto, Política
5 Comments:
Muñoz Molina es ubetense que no granadino.
Cierto, Antonio Muñoz Molina nació en Ubeda, Jaén. No sé a qué edad se trasladó a Granada, pero fue allí donde comenzó a trabajar de funcionario y a publicar algunos textos en la prensa. En GRanada publicó su primer libro y desde Granada se dio a conocer, quizá de ahí la confusión. Disculpas.
Querido Javieer: pues es exactamente eso. Hace tiempo que los políticos viven sólo para el titular en los periódicos y el corte de las televisiones.La lógica y la coherencia de los "mortales" no pueden ir con ellos porque sencillamente tienen otra lógica y otro lenguaje. Y así les va. Pero dicho esto; lo del PSOE en Andalucía, con Manolo a la cabeza -nunca mejor dicho- y lo de Zapatero en España es la decadencia de la izquierda y el desprestigio de las ideas que singularizaban al socialismo. Con el negociado que se han tenido con ETA y con el desastre territorial que han abierto, se merecen el mayor de los desprecios políticos, es decir, perder el voto.
¿Y usted, Caraballo? Recuerdo que saludó con entusiasmo el incoherente giro del PP cuando pasaron a apoyar el Estatuto andaluz, sin dejar de denunciar el catalán.
Sin embargo, ambos quiebran la solidaridad al fijar unilateralmente las inversiones, y el único argumento que se le escuchó a Arenas fue de un cinismo sonrojante: si no se va a poder hacer qué más da.
Pais.......
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